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Actualizado: 1 de octubre de 2025


La gente abandonaba los balconajes para correr a este último sitio. Cerca del jardín de invierno encontróse con Maud, que marchaba entre los esposos Lowe. Cruzaron un saludo, y Ojeda experimentó instantáneamente una sensación de extrañeza. Mrs. Power parecía otra mujer. Casi sintió deseos de pedirla perdón, como el que se equivoca confundiendo a un extraño con una persona amiga.

Al pasar por delante de los dos hombres para ir a saludar a Pepa, las miradas de los esposos se cruzaron rápidamente como relámpagos tristes y siniestros. El rostro de Osorio, ordinariamente sombrío, bilioso, estaba ahora imponente de ferocidad. No fué más que un instante.

Pero Nélida se lo arrebató, paseando sus labios frescos por la temblona cabecita del simio. Los esposos Kasper se conmovieron al saber que los dos animales eran regalo del doctor Ojeda. Miraron en torno para darle las gracias por sus atenciones con la niña, pero hacía rato que se había retirado a su camarote, deseando librarse cuanto antes de la sociedad de Nélida.

El silencio es delito, señor... ¿Por qué ha de echar sobre la sociedad esta befa, no siendo yo culpable? ¿No soy modelo de esposos y padres de familia? ¿Pues cuándo he sido yo adúltero?, ¿cuándo?... que me lo digan. De repente, y saltando cual si fuera de goma, el hombre eléctrico se levantó... Sentía una ansiedad que le ahogaba, un furor que le ponía los pelos de punta.

A ese parecido moral se añadió poco a poco una especie de parecido físico, nacido de la comunión constante, que se nota a veces en los esposos viejos, parecido, no de facciones, sino de expresión, de mirada, de acento, de mil detalles que son, en suma, la fisonomía del alma.

Sin embargo, procuró por todos los medios que estuvieron á su alcance, introducir la paz entre sus hijos, ni siéndola posible lograrlo por algun tiempo: la archiduquesa tenia una herida que no era fácil cicatrizar. Por fin, alcanzaron sus sùplicas hacer la reconciliacion. Se unieron los esposos, pero no por esto recobró Doña Juana su tranquilidad.

Al llegar a don Paco, que dejó Juanita para lo último, dijo: «Sino con este», y le dio un abrazo muy apretado. Don Paco la tomó por la cintura, la chilló, la aupó y la levantó a pulso dos o tres veces en el aire. Todos aplaudieron y gritaron: ¡Que vivan los novios! Anunciada ya la boda para lo más pronto posible, los futuros esposos fueron felicitados.

Sus celos, refrenados por algun tiempo, eran desde este dia un violento frenesí que aumentaba sus padecimientos. Alguna que otra vez ya habian mediado varias palabras entre los esposos, pero el archiduque, muy enamorado de su rubia, hacia por disculparse, practicándolo con la mayor sangre fria.

Don Juan había ido allí vivamente excitado por el recuerdo de lo que había pasado entre Dorotea y él aquella mañana en la prisión. A pesar de su amor á doña Clara, Dorotea era un astro bellísimo, que poniéndose entre los dos esposos, producía un eclipse de amor. Don Juan no veía entonces más que á Dorotea. Se acercó á ella, y al verla de cerca, sintió una conmoción poderosa, tembló, se deslumbró.

Sólo aceptamos como gobernantes á las mujeres que saben realizar el mismo milagro que realizaban en tiempos del despotismo masculino ciertas esposas á las que daban sus esposos poco dinero y no obstante mantenían su casa con un aspecto de abundancia y de regocijo.

Palabra del Dia

reclinándose

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