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Actualizado: 8 de junio de 2025


Dueño y señor ya de ellas y comenzando a orientarme, reparé que la cocina era enorme, y que sus negras paredes relucían como si fueran de azabache bruñido; que la lumbre, cuyos penachos de llamas subían lamiendo los llares recubiertos de espesos copos de hollín, hasta rebasar de la ancha campana de la chimenea, estaba arrimada a un poyo con bovedilla, que era la jornía o cenicero, sobre una espaciosa y embaldosada meseta, en uno de cuyos bordes de empedernida madera, y a menos de un pie de altura sobre el suelo general, apoyaba yo los míos; que a mi sillón, grande y con brazales derechos, seguían, hasta cerrar todo el perímetro de la meseta, bancos y escabeles de madera desnuda y muy brillante por el uso, lo mismo que el sillón, y que este hogar ocupaba la cabecera más abrigada de la cocina.

Salir suele un jabalí De entre esos montes espesos, Cuyos dichosos sucesos Tal vez celebrarles vi. Fieras son, que junto al anca Del caballo más valiente, Al sabueso con el diente Suelen abrir la carlanca. Y tan mal la furia aplacan, Que, para decirlo en suma, Truecan la caliente espuma En la sangre que le sacan.

Bien decía doña Lupe que así como el primogénito se llevara todos los talentos de la familia, Nicolás se había adjudicado todos los pelos de ella. Se afeitaba hoy, y mañana tenía toda la cara negra. Recién afeitado, sus mandíbulas eran de color pizarra. El vello le crecía en las manos y brazos como la yerba en un fértil campo, y por las orejas y narices le asomaban espesos mechones.

Sólo faltaba persuadir al cacique Patozi que viniese con sus vasallos á abrir camino por medio de espesos bosques, y juntamente á hacer las paces con los Quiriquicas, porque el dicho cacique temía, con grande fundamento, le habían de quitar la vida los Quiriquicas, por el implacable odio que le tenían; no obstante esta dificultad, venció al cacique para emprender el viaje la reverencia y amor que al Padre tenía; y tomando una escogida escuadra de soldados bien armados, por si acaso fuese necesario, se fué tras el Padre; pero éste le dijo que no usase de las armas sino cuando fuese necesario para defender sus vidas de las saetas enemigas; que por lo que á tocaba, nada se le daba de vivir ó morir; y como fuese del agrado de Dios y honra suya, derramaría gustoso la sangre por adelantar la gloria divina.

La arrendataria, que había sido nodriza de la señorita Margarita, estaba enferma y proyectaban hacía largo tiempo darle este testimonio de interés. Partimos á las dos de la tarde. Era uno de los más ardientes días de verano. Las dos portezuelas abiertas dejaban entrar en el carruaje los espesos y abrasadores efluvios que un tórrido cielo vertía á torrentes sobre los secos arenales.

Vimos al fin a los franceses tiroteándose con nuestros compañeros, con aquellos que habían pasado la barca durante la noche, y luchaban en un campo bajo, salpicado de espesos matorrales. En una loma, y como a dos tiros de fusil de aquel sitio, brillaba inmóvil e imponente una cosa que desde el primer momento atrajo nuestras miradas, infundiéndonos algún recelo.

Y zumbaba en todo el vagón el cuchicheo hostil; las miradas afluían a ella, pero Marieta abría sus ojazos imperiosos, sorbía aire ruidosamente con gesto de desprecio, y volvía a mirar los campos de algarrobos, los empolvados olivares, las blancas casas, que huían trazando un círculo en torno del tren en marcha, mientras el horizonte inflamábase al contacto del sol, que se hundía entre espesos vellones de oro.

Espesos muros la rodeaban. Ni un eco del bullicio exterior, ni una nota escapada al concierto de la Naturaleza, ni una palabra desprendida de labios de los hombres, lograban traspasar el espesor de los sillares de pórfido y conmover una onda del aire en la prohibida estancia. Religioso silencio velaba en ella la castidad del aire dormido.

He rodeado alguna parte de esta laguna, y pasado los canales por los cuales otros tienen comunicacion con la bahia; pero fué con gran peligro, no solo por los pantanos, sino tambien por los tigres, que son mas numerosos de lo que he visto en parte alguna. Sobre los bordes de estas lagunas hay bosques muy espesos, de tala y sauco, donde se refugian estos animales, cuyo alimento es el pescado.

Yo, que había hecho mi declaración por la mañana con tantos miramientos, esforzándome en velar a Cupido con mil espesos tules, quedé aterrado ante aquella... ¿por qué no decirlo? ante aquella desvergüenza. Y me sorprendió no poco que ella, una religiosa, por más que estuviera en vísperas de secularizarse, escuchase con tal paciencia y respondiese a semejantes groserías.

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