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Actualizado: 9 de junio de 2025


Sólo faltaba persuadir al cacique Patozi que viniese con sus vasallos á abrir camino por medio de espesos bosques, y juntamente á hacer las paces con los Quiriquicas, porque el dicho cacique temía, con grande fundamento, le habían de quitar la vida los Quiriquicas, por el implacable odio que le tenían; no obstante esta dificultad, venció al cacique para emprender el viaje la reverencia y amor que al Padre tenía; y tomando una escogida escuadra de soldados bien armados, por si acaso fuese necesario, se fué tras el Padre; pero éste le dijo que no usase de las armas sino cuando fuese necesario para defender sus vidas de las saetas enemigas; que por lo que á tocaba, nada se le daba de vivir ó morir; y como fuese del agrado de Dios y honra suya, derramaría gustoso la sangre por adelantar la gloria divina.

En tres días se puso en la Ranchería de su aficionadísimo Patozi, de quien fué recibido como si volviese de la otra vida; y siendo ya muy entradas las aguas que no le permitían detenerse, dió la vuelta á San Francisco Xavier, con no poco pesar y dolor de los paisanos á quienes dejaba.

Estando ya cerca se adelantaron dos cristianos á reconocer la tierra y observar los movimientos de los paisanos, queriendo entrar sin ser sentidos en la Ranchería, para que no se alborotasen ó pusiesen en huida; mas Patozi, el cacique, con sabia advertencia, dijo que era en vano esta diligencia, porque los demonios habían avisado ya á los Maponos, y por medio de ellos á los capitanes.

Pasáronse dos días sin que los Quiriquicas saliesen fuera de las tinieblas de aquel bosque; por lo cual, desesperanzado Patozi de poder hacer las paces y establecer una mutua amistad, á cuyo fin había venido, tuvo por mejor dar la vuelta, y persuadió á esto al P. Lucas con cuantas razones y súplicas le dictó su afecto; y sobre todo, ponderando cuanto fué posible el manifiesto peligro en que quedaba de que los Quiriquicas desahogasen en él sólo la fiereza del odio que contra todos habían concebido.

En esta jornada vino Patozi, el cacique de los Moposicas, con gran número de sus vasallos, y se le quejó mucho porque no iba á sus tierras, usando de cuantas artes y modos de ruegos supo para moverle á compasión; con todo eso, aunque el Padre lo deseaba mucho, no lo pudo consolar, por no querer torcer su viaje á otras Rancherías del Norte ó del Mediodía, sino sólo tirar derechamente á Poniente; y reconocida su buena voluntad, le convidó á que le acompañase hasta los Cozocas, que ya tenía á la vista.

El cacique y los nobles, juntos en Consejo, determinaron echar el resto de sus fuerzas y poder para reparar los daños y ruina de su religión, mas no sin temor de salir con sus intentos, cuando aún sus mismos dioses temían. Mientras esta gente estaba en arma y en confusión, se adelantó el Santo Misionero con Patozi y dos muchachos muy fervorosos, dejando toda la demás gente algo distante.

Fuéronse, pues, Patozi y los suyos, sin quedar con el P. Lucas más que cinco santos mancebos, resueltos á correr la misma fortuna, y dar la vida por aprovechar á sus prójimos.

El cacique Patozi y los suyos abandonan al P. Caballero en su Misión á los Quiriquicas II 20 El P. Lucas Caballero se pone en camino hacia las tierras de los Puyzocas II 78 El P. Lucas Caballero amenazado por un mercader europeo; intenta éste malquistar á los indios con el Padre I 239

Palabra del Dia

rigoleto

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