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Era una fuerte rodela, en cuya plancha de acero figuraba en esmalte, sobre campo de gules, un azor, cubierta la cabeza por el capirote y asido por la pihuela a una blanca mano que parecía de mujer. tienes en el hombro derecho dijo el anciano grabado con indeleble marca, un azor semejante al del escudo. Por él serás un día reconocido y se sabrá quiénes son tus padres.

Pero a la vez que el éter, el esmalte, la flor, exaltaban sobre Toledo aquel resto de gracia sarracena, la mayor parte de los vecinos había cambiado sus trajes de costumbre por tristes ropas de luto.

Cuando levantaba de nuevo los ojos, las altas vidrieras se habían iluminado, y sus imágenes de esmalte resplandecían, con las túnicas azules y rojas y las bellas caras en éxtasis, circundadas por el oro de las aureolas. Así le esclarecían las palabras de Julio sus ideas íntimas, y pálidas figuras dormidas se incorporaban como atónitas en la penumbra de su espíritu.

Era uno de esos días de bochorno canicular a que no escapa, con ser tan empinada y ventosa, toda aquella región de Castilla. Un aire abrasador se amodorra en las navas, y el cielo sin nubes embravece su tinte como el esmalte en el horno. La peña cruje bajo la rabia del sol, el árbol se tuesta.

El libro no tiene barbas: le salen muchas cintas y marcas por entre las hojas, pero ésas no son barbas: ¡el que es barbudo es el gigante que está pintado en el libro!: y es de colores la pintura, unos colores de esmalte que lucen, como el brazalete que le regaló su papá. ¡Ahora no pintan los libros así!

Asistió á la fiesta de Santiago, y en lugar del doblon que se daba de ofrenda, dió una cruz y dos candeleros de plata dorados con óvalos de oro y esmalte rojo: tres urnas y aguamaniles de plata dorados, y una casulla de raso bordada, todo muy precioso y de mucho valor, dice Bravo, mas tolerante que nosotros con el gusto artístico de aquel tiempo.

De súbito, un grito mortal se derrama; se apercibe el ruido de una lucha breve... Todos enmudecen de espanto ante el drama del que Benvenuto forjara un esmalte: la garza, una rubia marquesa de nieve, ha muerto en las garras de un vil gerifalte... Abril, 1922.

Entre las telas, algunos bajo-relieves en bronce; y sobre los muebles, pies de todas clases, bronces antiguos y modernos; terracotas de Carpeaux, Chapu, y bustos de Cordier de Monteverde y de Dupré; un sinnúmero de reducciones de Bardedienne; vasos, ánforas y objetos menores sobre tapices orientales, entre los cuales se veían variedades de bibelots en esmalte, en Saxe, en Sévres, en carey, en marfil viejo.

Mas en estos estrechos términos que nunca se imaginaron posibles por la ciega obediencia que hasta aquí han profesado los indios á los Padres, pero ya los tocamos ciertos y con peligro de llorarlos sin remedio, no puedo dejar de hacer presente á V. S. para descargo de mi conciencia, que después de haber obedecido al Rey nuestro señor y atendido su respeto con cuantas diligencias y medios ha ofrecido el vivo deseo de esta provincia para desempeñar la confianza con que S. M. se ha dignado fiar este negocio de nuestra lealtad, hemos llegado ya al último término de la ejecución, en que es preciso descubrir el primer blanco de la intención de los dos soberanos Monarcas, que es el del divino respeto, y el de la sangre de Jesucristo derramada por aquellas pobres almas cuyos superiores motivos tienen como diadema, esplendor y esmalte de sus coronas los reyes católico y fidelísimo, pues éstos fueron los que empeñaron con valiente resolución su cristiano celo para la conquista de las Indias Meridionales, como lo expresa el señor Alejandro VI en la bula en que señaló los límites de ambas Coronas.

Este pico, con cinco dientes del más precioso esmalte, está sostenido por una armazón delicada, aunque muy sólida, formada de cuarenta piezas, las cuales se deslizan por una especie de vaina, salen, penetran; en fin, su mecanismo es perfecto. Por medio de esa elasticidad evitan los choques violentos; más aún, repáranse si sobreviene algún accidente.