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Actualizado: 27 de junio de 2025


Traía puesto un sombrero oscuro, sin velo, un largo abrigo de piel de nutria, y escondía sus enguantadas manos en un manguito de la misma piel. Era esta señora la marquesa de Sabadell, y la otra, en cuya casa se hallaba, era la de Villasis, su amiga íntima.

Mas desde aquella columna, donde se podían dictar leyes al mundo del fausto y del escándalo, sólo se lograba inspirar desprecio y repugnancia invencible a ese otro mundo, no más pequeño, pero más desconocido, de la honradez y la virtud, y justamente en aquel mundo callado y oculto era donde se escondía la persona que a toda costa necesitaba él en aquellas circunstancias... ¿Y quién ponía ya diques al viento? ¿Quién sujetaba al tío Frasquito, que babucha en mano recorría ya las calles de París en busca de un pedacito de celebridad, de un solo rayito de la aureola del héroe?...

Poseía la erudición de los chascarrillos políticos, y manejaba el caudal de frases parlamentarias con pasmosa facilidad. Bajo este follaje se escondía un árido descreimiento, el ateísmo de los principios y la fe de los hechos consumados, achaque muy común en los que se han criado a los pechos de la política española, gobernada por el acaso.

Sin duda tuvo entonces un geniecito encantador y alegre; esto se lo decía un retrato suyo en que aparecía una chiquilla regordeta, graciosísima, que inclinando la cabeza con malicia, adelantaba un piececito y escondía las manos tras la espalda. Había también una primera luz de amor en su infancia indecisa: Roberto, muchacho paliducho que jugara con ella y que por juego fue su amante infantil.

Acercósele Jacinta, mostrándole severidad y conteniendo la risa... pidiole cuentas de sus horribles crímenes. ¡Arrancar la cabeza a las figuras!... Escondía el Pituso la cara muy avergonzado, y se metía el dedo en la nariz... La mamá adoptiva no había podido obtener de él una respuesta, y las acusaciones rayaban en frenesí.

Quiere entonces vengarse el desdeñado, y con este objeto persuade á un cortesano á ocultarse en la habitación de la duquesa; despierta los celos de su esposo, le hace dudar de la fidelidad de su esposa, y lo lleva al aposento en donde se escondía su cómplice, á quien los dos matan.

Por la noche escondía la cabeza bajo las almohadas y las sábanas, de tal manera que se ahogaba; pero no se atrevía a sacarla, aunque la habitación estaba bien alumbrada y frente a la cama dormía una enfermera, a quien el doctor, en vista del estado inquietante de Petrov, había encargado de vigilarle toda la noche.

Llegó a conceder excepciones: la posibilidad de algo bueno entre tantísimo malo; pero ¡fuera usted a sacar la anguila del saco de culebras! Y escondía la mano por horror instintivo; quiero decir que, sin una indispensable necesidad, no ponía los pies en la calle. En tal estado de experiencia se casó. Y comenzó a tener hijos.

Luego pensaba en su padre. , , Tomás Rufete era un hombre desordenado, un hombre de insaciables apetitos y devorado por la envidia. Bien podía ser verdad lo que Nones decía, y Tomás autor de aquel dramático sainete, por satisfacer su codicia, o simplemente por obtener de la marquesa, mediante un pleito enojoso, cualquier suma, en calidad de transacción. Esto era razonable. ¿Qué demonio de lógica se escondía dentro de estas ideas, dándoles cuerpo y vida?... También pensaba en su madre. ¿Por qué siempre que Tomás Rufete hablaba de la marquesa, de los niños de la marquesa y de la indudable herencia y estado de estos niños, Francisca Guillén bajaba la cabeza, se ponía de mal humor y no añadía palabra alguna a las expresiones de su marido? Su madre, pues indudablemente debía darle ya este nombre, era una mujer honrada. Rufete la atormentaba y la dominaba.

Cuidadosamente escondía bajo las faldas sus pies, tan pequeños como mal calzados, para que Joaquín no se los viera. Pero ya él se los había visto, sin perder por eso el amor, o llámese como se quiera, que sentía; antes bien, exaltándose más.

Palabra del Dia

rigoleto

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