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Actualizado: 27 de junio de 2025


El mismo Simón Princetot, hacia el cual sentíase atraído y con quien le hubiera gustado conversar, no manifestaba grandes deseos de continuar las relaciones empezadas en Rosalinda. También se escondía. Estas ofensivas y misteriosas precauciones mantenían en el espíritu de Delaberge la enervante inquietud que tanto le hacía sufrir desde su conversación con Miguelina.

Este, pues, entró y se puso junto al Padre, como solía; otro se puso al lado de un español que gobernaba el timón, y echando la vista á una hacha ó destral, que estaba allí cerca, se sentó sobre ella disimulado, y haciéndose señas el uno al otro, el que escondía la hacha echó mano de ella con gran destreza, y tirándole al piloto, de un golpe le cortó la cabeza.

Trampeta en persona, que daba sus vueltas por allí, llegó a impacientarse viendo al inmóvil testigo, pues ya otra olla rellena de papeletas, cubiertas a gusto del alcalde y del secretario de la mesa, se escondía debajo de ésta, aguardando ocasión propicia de sustituir a la verdadera urna.

Al fin, muy quedo, con la sublime incoherencia del corazón, como un murmullo de celestial armonía, dejó caer en el oído de su amiga el himno del amor. Marta escuchaba. Trémula, confusa, escondía la cabeza en el pecho de su amado, soltando un raudal de lágrimas.

Y el muchacho, que sabe por experiencia que su padre no amenaza en vano, á pesar de las señas que le hace su madre para que calle, cierra los ojos y dice rápidamente, como si le quemaran la boca las palabras: Mi madre trajo esta mañana un cuartillo de aguardiente, y tiene la botella escondía en el jergón de la cama.

Y el muchacho, que sabe por experiencia que su padre no amenaza en vano, á pesar de las señas que le hace su madre para que calle, cierra los ojos y dice rápidamente, como si le quemaran la boca las palabras: Mi madre trejo esta mañana un cuartillo de aguardiente, y tiene la botella escondía en el jergón de la cama.

Aunque situado en una hondonada, desde allí se veía magnífico paisaje, porque a la parte de occidente otras ondas del terreno que semejaban un oleaje de verdura, dejaban contemplar los lejanos términos, y allá confundido con la neblina el Corfín, una montaña que escondía sus crestas en las nubes y caía a pico sobre valles ocultos detrás de colinas y montes más próximos.

En tales ocasiones le tiraba de la oreja aquel amo ideal, y le decía: Entretente, si quieres, no hay en ello inconveniente por mi parte; pero no te fatigues demasiado. El infeliz muchacho, confundido por tantas bondades, se escondía en su habitación y lloraba de ternura. Pero no pudo conservar por mucho tiempo aquel cuarto tan cómodo y aseado, contiguo a las habitaciones del amo.

El alemán Kotzebue fue otro genio dramático precoz. A los siete años escribió una comedia en verso, de una página. Entraba como podía en el teatro de Weimar, y cuando no tenía con qué pagar se escondía detrás del bombo hasta que empezaba la representación. Su mayor gusto era andar con teatros de juguete y mover a los muñecos en la escena.

Una colina cortada a pico, muy alta, cuya ladera, casi vertical, mostraba, como si fuera la yedra de una muralla ciclópea, pinos, castaños y robles, que trepaban cuesta arriba cual si escalaran una fortaleza, escondía y humillaba a Raíces por el Sur; el mar y las dunas le dejaban abierto a los vientos del Norte y del Noroeste, y restos de un bosque le rodeaban por Oriente y Occidente.

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