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Actualizado: 20 de junio de 2025


Este correo he recibido sin carta un nombramiento del Exmo. Señor D. Juan Josè de Vertiz, su fecha 21 de Diciembre de 1783; en el cual, despues de nombrarme S. E. comisario de la primera subdivision de la 2.ª partida, declara deberme suceder el teniente de la escolta D. Manuel Rosas; y á ambos el ingeniero D. Pedro Cerviño. Pero, como no se haga mencion en dicho nombramiento del teniente de navio D. Martin Boneo,

Algunas matronas se erguían dignas y austeras, volviendo los ojos por no verles, pero al llegar a la otra banda del paseo lanzaban la noticia, una gran noticia para la gente ansiosa de novedades. ¿No saben ustedes?... Nélida, esa loca, ha abandonado a su escolta y está con el doctor español, el amigo de Maltranita. ¡Pobre hombre!

Un coche de tercera clase estaba ocupado por la escolta del tren: un pelotón de territoriales. En uno de segunda se instaló Desnoyers, con el teniente que mandaba este grupo y varios oficiales que iban á incorporarse á sus regimientos después de terminar las operaciones de movilización en las poblaciones que guarnecían antes de la guerra. Los vagones de cola contenían sus caballos.

Fuera de la granja sonaron las notas chillonas de las trompetas de los arcángeles tocando llamada, y los rubios soldados de la escolta divina descendieron de los árboles con tal violencia, que no dejaron en ellos fruto ni hoja. Una nube de langosta no lo hubiese hecho peor.

Un regimiento de artillería de montaña acantonado en Salta por el gobierno de Buenos Aires iba á dar escolta al Señor del Milagro. Los frailes de los diversos monasterios circulaban por las calles, de aspecto colonial, y por la antigua Plaza de Armas, rodeada de soportales lo mismo que una vieja plaza de España.

La aficion á las ideas y costumbres islamitas no es como vulgarmente se cree carácter distintivo y peculiar de aquel otro rey tirano á quien motejó de renegado su pueblo porque le vió dado á la poligamia, inclinado á sangrientas venganzas, acompañado siempre de una escolta de moros granadinos, y viviendo en un alcázar de voluptuosa y oriental decoracion como la Alhambra.

Detrás venía Gallardo, seguido de una escolta interminable de toreros y amigos, todos vestidos de colores claros, con cadenas y sortijas de escandaloso brillo, llevando en las cabezas fieltros blancos, que contrastaban con la negrura de los trajes femeninos. Gallardo mostrábase grave. Era un buen creyente.

Al amanecer este dia, despues de decir misa, saltó en tierra el Padre Cardiel con la escolta de soldados y marineros, que por todos eran 34, y tomó el camino al oeste. El órden que observaban era este.

El orgullo no da para el mercado. ¡Ah! ¿y la de Eneene? la mayor, aquella paja larga, que anda como si la llevara el viento, pasó también, con la madre: ¡y miren lo que vale ser hija de ministro! llevaba dos festejantes de escolta, marcando el paso. Por supuesto que el coche, pagado por el Ministerio, estaría en la esquina, esperando.

Cuando ya la procesión había salido de la plaza y la escolta de caballería conmovía el adoquinado con su sordo pataleo, los señores de Cuadros y sus amigos abandonaron los balcones, entrando en el salón, profusamente iluminado.

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