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Actualizado: 20 de junio de 2025
Un día Quiroga raya su caballo en la puerta de su casa, y le dice: «Señor gobernador: vengo a avisarle que estoy acampado a dos leguas con mi escolta.» Agüero renuncia. Trátase de elegir nuevo gobernador, y a petición de los vecinos, él se digna indicarles a Galván. Recíbele éste, y en la noche es asaltado por una partida; fuga, y Quiroga se ríe mucho de la aventura.
Si la Guardia os sigue, barón, cuando sepa que pensáis sacarla de esta comarca, donde vive en la abundancia, sin más ley que su voluntad. Pues á averiguarlo en seguida, replicó impetuosamente el barón. Si soy su jefe, se vienen conmigo á Dax en este momento; y si no lo soy ¡por mi nombre! entonces no sé qué hago yo en Auvernia, en vez de ocupar mi puesto en la escolta del príncipe.
Persistiendo en su propósito, pidió una escolta que le acompañase al cabo de la isla, para poder esperar con seguridad una ocasión de tiempo bonancible, y el Almirante le dio setenta hombres al mando de su hermano el Adelantado don Bartolomé.
Luego, cuando se alejaba la escolta, los sentimientos comprimidos se exhalaron en algunas lágrimas histéricas por parte de la Duquesa, en injurias por la de la madre Shipton y en blasfemias que, como flechas envenenadas, lanzaba el tío Billy. Tan sólo el estoico don Jorge permanecía mudo.
Quería escarmentar duramente a todos los conspiradores, o lo que es igual, no dejar títere con cabeza, según sus propias palabras. Era un hombre rechoncho, con grandes mofletes y exiguo bigote; gran traza de lo que ya hemos dicho y con nosotros el comandante Ramírez y el teniente de la escolta.
Y cuando hubo desaparecido en el bosque, y el silencio sucedió, de repente, a aquel discorde ruido, Catalina se volvió y vio a Hullin detrás de ella, pálido como un muerto. Pues bien, Catalina dijo éste ; todo ha terminado. Ahora vamos a subir allá arriba. Frantz, Kasper y los de la escolta, Marcos Divès, Materne, todos esperaban en la cocina con las armas en descanso.
Siguió por la Escolta y estuvo tentado de empezar á cachetes con dos agustinos que sentados á la puerta del bazar de Quiroga reían y bromeaban con otros frailes que debían estar en el fondo de la tienda ocupados en alguna tertulia; se oían sus alegres voces y sonoras carcajadas.
Roger, todo el dinero, caballos y armas que recogió de las contribuciones de las ciudades vecinas envió á Magnesia con una buena escolta; porque en esta ciudad como la más fuerte de aquellas provincias, determinó poner su asiento para invernar. De Epheso se fueron todos juntos á la Ciudad de Ania, adonde estaba Fernando Aones con la armada.
La guerra había llegado a ser en ellos fenómeno de costumbre, un estado normal, admirablemente conformado con su naturaleza agreste, dura, sufrida, refractaria a las fatigas como a las ideas, y con especialidad inclinada al movimiento. Si no hubiera habido montañas, las habrían hecho para subir y esconderse en ellas. Por la noche, tres jinetes llegaron a casa del cura. Seguíales numerosa escolta.
Veintiséis de ellos fueron á Constantinopla para hacer esta declaración, pero á pesar de su carácter sagrado de embajadores, la misma escolta bizantina que les había facilitado Andrónico los asesinó en Rodosto, despedazando los cadáveres en el matadero público y exhibiendo sus cuartos en las mesas del mercado.
Palabra del Dia
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