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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Al divisar el señorito L'Ambert los bonetes encarnados de nuestros dos personajes, comprendió a qué habían venido, saludolos cortésmente y tomó la palabra con cierta altanería, no exenta de distinción. Caballeros les dijo, como soy el único habitante de este hotel, no temo equivocarme al suponer que me hacéis el honor de venir a mi domicilio. Soy L'Ambert, si me permitís que me presente yo mismo.

Se quedó solo, meditó profundamente toda la noche, y cuando las campanas del Angelus y la primera claridad del día le sacaron de su ensimismamiento, se pasó la mano por la ancha frente, y dijo: Por mucho que haga, no puedo creer en la eternidad. Después añadió sonriendo: ¡Y no me disgustaría equivocarme!

En mi pobrísimo juicio, entiendo que en toda ley deben presidir conceptos concretos é ineludibles, huyéndose cuanto posible sea de crear dudas y vacilaciones en los resultados de su aplicación, que originen arbitrarias resoluciones, por más que estén aquilatadas en la prudencia que crean largas prácticas de concienzudos tribunales; y digo esto, porque muchos de los artículos del Código de comercio vigente, son objeto en su aplicación del prudencial arbitrio de aquellos tribunales, pudiendo asegurar, sin temor de equivocarme, que de los 70,000 chinos que viven en Filipinas, el 80 por 100 se dedican á comprar y vender, ejerciendo por lo tanto el comercio, sin que ninguno de esos miles de comerciantes esté dentro del Código de comercio, y mucho sería encontrar casas españolas ó extranjeras que puedan justificar estar libres de olvidos de algunas prevenciones del Código.

De suerte que por un camino, ó por el otro, no podreis escapar de perpetuo Farsero; perdonad el equivocarme, de perpetuo Autor de farsas quise dezir; que no puede aver mayor desdicha que serlo. Conviertese esta Quaresma, ó aquella la pecadora mas pertinaz, que la mueven al cabo los asombros de su condenacion: mas acaso aveis visto reduzido algun poeta?

Detúvose, y mirando a todo el círculo del horizonte, parecía impaciente y desasosegado. Sin duda no tenía gran confianza en la exactitud de su itinerario y aguardaba el paso de algún aldeano que le diese buenos informes topográficos para llegar pronto y derechamente a su destino. No puedo equivocarme murmuró . Me dijeron que atravesara el río por la pasadera... así lo hice.

Calla, calla: en la vida digo yo eso sin equivocarme.

La fealdad es generalmente desagradable y limitada; la vejez maníaca y enfermiza; en cuanto a la juventud... soportable, el ensayo no me ha salido muy bien. ves el mal en todas partes, Hermancia dijo Neris sin volverse. Lo veo donde está, y, desgraciadamente, no me dejas equivocarme. ¿Acaso esa señorita ha dado lugar a la maledicencia? preguntó el cura alarmado.

Oprime con los oprimidos ... ¿Porqué no se ponen de acuerdo los húngaros de Italia, y los italianos de Hungría, para dar la libertad y la independencia á sus respectivos paises? ¿porqué sirven de instrumento á la tiranía del mismo que á unos y otros ha sometido y esclavizado? ¿Porqué?... triste es decirlo, pero figúrome no equivocarme si encuentro la respuesta con solo consultar el corazon humano.

sentó a cierta distancia de , guardó por algún tiempo un silencio sombrío, y después empezó a murmurar no qué entre dientes. «¿De qué se trata le dije , mi pobre Latour?» «Que pierda mi nombre continuó como si hablase solo , si no es Maugis, el infame, el execrable Maugis. ¿Se acuerda el señor de aquel aventurero que se presentó al general con falsos poderes, que aprovechó cobardemente para entregar al enemigo un destacamento considerable de los nuestros, y que se substrajo, desgraciadamente, por una pronta huida al castigo que merecía?» «He oído hablar de ese miserable, y creo, como , Latour, que se llamaba, efectivamente, Maugis, sea con la única intención de ocultar su verdadero nombre, sea por seguir la costumbre bastante rara de nuestros oficiales; pero, ¿a santo de qué?...» «¿A santo de qué? exclamó . Ese infernal Maugis, que yo hubiese reconocido entre mil, no es otro que el honrado Ferreol de Montbreuse, que usted ha visto hoy, y, sin temor a equivocarme, afirmaré que no hay otro Maugis. ¡Rabia y maldición! ¡Es una vergüenza para la Providencia ver gentes así gozar del aire y del sol

Yo no he olvidado nada, ni sus dulces palabras, ni mis extravagancias, ni sus cuidados tan tiernos y tan pacientes, ni todo el mal que le hice. Yo le he dado un cáliz bien amargo y usted lo ha apurado hasta las heces. Verdad es que yo no era tampoco más feliz. Yo no estaba segura de usted, temía equivocarme sobre el sentido de sus bondades y de interpretar por señales de amor lo que era piedad.

Palabra del Dia

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