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Actualizado: 3 de julio de 2025


Aquí he de estarme toda la vida, ¿sabes? No hay duda que la vida es el placer, y buenos tontos serán los que se anden por ahí discurriendo insulsamente por montes y valles. ¡Y yo fuí tan imbécil que vi la felicidad en el amor insípido que me inspiró aquella pastora! ¡Qué fácilmente nos equivocamos!... pero ya he conocido mi error, y tengo la seguridad de no equivocarme más.

Aun suenan en mis oídos sus consejos y aun podría repetir sin equivocarme la multitud de oraciones que me hacía decir de rodillas sobre la cama a la hora de acostarme... Esto no se puede olvidar, María..., ¡sería un infame si lo olvidase!... Hoy los mismos consejos vuelven a salir de unos labios idolatrados... ¿Cómo quieres que no sea para dulce la religión viniendo siempre predicada por los seres a quienes más he querido y respetado en mi vida?... , hermosa mía, soy religioso por nacimiento y por convicción, y espero serlo aún más fervoroso con tu ayuda.

No puedo precisar la cantidad que te habrá dado para , porque es tan difícil anticiparse a los cálculos de la avaricia; pero desde luego te aseguro, sin temor de equivocarme, que no ha llegado a los cuarenta duros». La cara que puso Benina al oír esto no puede describirse. La señora, que atentamente la observaba, palideció, y dijo después de breve pausa: «Es verdad: me he corrido mucho.

Tal vez el presente libro sea considerado por muchos como una «equivocación» al compararlo con mis anteriores obras; pero yo prefiero equivocarme yendo en busca de novedad, á conseguir aciertos fáciles, que muchas veces no son mas que simples repeticiones de triunfos anteriores.

Grande, sincero y mil veces demostrado es el amor que Vd. tiene por Sevilla, y como de cosas de esta nuestra tierra viejas unas por su antigüedad y nuevas otras, por no ser muy conocidas, tratan las páginas que siguen, á esto atribuyo la predilección que me manifestó por ellas, que muy expuesto estuviera á equivocarme si á vanidad de autor pudiera achacar otra cosa.

ELECTRA. Claro: ¡qué saben ellos...! MÁXIMO. Cuidado, Electra: con la conversación no te me equivoques en el peso. ELECTRA. ¡Equivocarme yo! ¡Qué tonto! Tengo yo mucho tino, más de lo que crees. MÁXIMO. Ya, ya lo voy viendo. ELECTRA. Dios, que ve los corazones, sabe que en esto no hay ningún mal. ¿Por qué no han de permitirme que esté aquí todo el día, cuidándote, ayudándote...?

»Desde luego aposté en mis adentros a que no era el único que yo aceptaría, y hasta supuse quién podría ser el que me proponía mi madre. » No hace aún dos horas que me ha pedido tu mano continuó aquélla, viendo que yo nada decía. »Don Mauricio apunté sin temor de equivocarme. »El mismo repuso mi madre.

Mi sobrino... perdonad, la costumbre hace equivocarme. Equivocáos siempre; llamad siempre á ese joven vuestro sobrino. Pues bien, mi sobrino ha obrado como un valiente, y yo como bueno y leal. No lo dudo... y por lo mismo debéis manteneros en vuestra honrosa lealtad, diciéndome cuanto sepáis de ese Cornejo. Por el amor de Dios, señora, que no pronunciéis después de esto mi nombre para nada.

Cuál sería la base de todas mis meditaciones, se adivina fácilmente; qué remedio fué el primero que se me ocurriera para evitar males tan considerables como el que deploraba entonces, no debo decirlo aquí por dos razones: la primera, porque, en mi buen deseo, puedo equivocarme; y la segunda, porque, aunque acierte, no se ha de hacer caso alguno de mi teoría en las altas regiones donde se elabora la felicidad de los nietos del Cid.

Aquella actitud podía significar muchas cosas, pero yo quise ver en ella tan sólo un acto ingenuo de condescendencia y de bondad que aun me la presentó más adorable y me desconcertó para todo el resto de la velada. Ella conservó cierto encogimiento por espacio de algunos minutos. La conocía yo demasiado para poder equivocarme.

Palabra del Dia

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