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El mismo Tristán apreció la belleza del paisaje y el robusto arquero entonó, ó por mejor decir, desentonó algunas picantes canciones francesas, con voz y berridos capaces de no dejar un solo pájaro en media milla á la redonda. Tendiéronse sobre la hierba y tras breve silencio dijo Simón: Me gusta el compañero ese que hemos dejado allá abajo.

Multiplicó los giros, agotó los eufemismos para describir la caida de espaldas y el tardío bautismo de salsa que recibió S. E. sobre la olímpica frente; elogió la agilidad con que recobró la posicion vertical, poniendo la cabeza donde antes estaban las piernas y viceversa; entonó un himno á la Providencia por haber velado solícita por tan sagrados huesos y el párrafo resultó tan delicado, que S. E. aparecía como un héroe y caía más alto, como dijo Victor Hugo.

Quiero suponer contestó Doña Blanca con el reposado entono que tomaba cuando más tremenda se ponía, quiero suponer que las caritativas calificaciones de V. cuadran perfectamente al sujeto, á la persona de mi familia, á quien V. honra con ellas.

El señor de Avrigny tomó el pulso a su hija, notando que ya desaparecía poco a poco de las extremidades. A las cinco oyose la campana de una iglesia próxima que tocaba el angelus, llamando a la oración a los fieles. Un pajarillo se posó en la ventana, entonó un gorjeo y emprendió el vuelo de nuevo, perdiéndose en los aires.

No le fue mal con ellos: el estómago se le entonó, comió con más apetito, y al cabo pudo volver a la vida ordinaria, aunque resentido y quebrantado. En esta época había dado paz temporalmente a las musas, y descendió a escribir en prosa, no vil, sino poética y ensortijada como ninguna.

Cuando tuvo en su poder los regalos, entonó un interminable himno de gracias, desbordándose en elogios, que, en forma de consejos, dirigía a su hijo. Mira, Nelet; bien puedes servir a las siñoras. A ver si te portas bien; tu padre, el tío Sentó, tendrá un disgusto si faltas a la obligasión. Bien puedes trabajar.

D. Fadrique era el ojito derecho de ambas señoras, cada una de las cuales estaba ya en los cuarenta y pico de años cuando tenía doce nuestro héroe. Las dos tías ó chachas se parecían en algo y se diferenciaban en mucho. Se parecían en cierto entono amable y benévolo de hidalgas, en la piedad católica y en la profunda ignorancia.

-Ahora digo -replicó Sancho- que tienes algún familiar en ese cuerpo. ¡Válate Dios, la mujer, y qué de cosas has ensartado unas en otras, sin tener pies ni cabeza! ¿Qué tiene que ver el Cascajo, los broches, los refranes y el entono con lo que yo digo? ¿Sabéis por qué, marido? -respondió Teresa-; por el refrán que dice: "¡Quien te cubre, te descubre!"

La cantata que se entonó en el teatro era obra del poeta D. Manuel M.ª Arjona, y su autor la había escrito para que se entonase en un concierto ante el rey José, en Córdoba, cosa que no llegó á verificarse. De la letra, ya olvidada hoy, sólo copiaré los últimos versos, que decían: «....Tal vez se mire en aterido invierno gemir el campo en languidez marchita sufriendo su rigor y hielo eterno.

El Recordatorio galante contestó el viejo consiste en la costumbre que tienen los señores de ir una vez por semana al cercano Cenobio de la jubilación femenina, donde las señoras ancianas, dulces compañeras de su mocedad, los reciben de visita, los agasajan con un delicado banquete, recuerdan con ellos los juveniles gozos y hasta cantan y bailan y huelgan y se entretienen, si bien con la majestad, el entono y el sereno juicio que importan en la edad madura.