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Actualizado: 2 de junio de 2025


Pero si los ojos no, el corazón lo vió con toda claridad. Quedó yerto, pegado al suelo. Sintió un desfallecimiento singular en las piernas como si fuese a caer. Mas prontamente la sangre hirvió dentro de su brioso temperamento de atleta. Tendiéronse sus músculos acerados y saltó sin tocar con las manos la paredilla de seis pies que cerraba la finca. Cayó en medio de la carretera.

Parapetáronse los ingleses lo mejor que pudieron detrás de los peñascos, tendiéronse muchos en el suelo y dirigieron sus certeras flechas contra los honderos. ¡Barón! exclamó en aquel momento el señor de Burley; acaba de decirme Simón que no nos quedan más de doscientas flechas por junto. ¿Qué hacer? En mi opinión ha llegado la hora de parlamentar ó de morir casi indefensos.

Aquel mozo arrogante, que tanto había admirado al público con su elegancia, mostrábase lastimero y ridículo con su faldón al aire, descompuesto el pelo y la coleta caída y deshecha como un rabo triste. Tendiéronse en torno de él misericordiosamente varios capotes para ayudarle y protegerle.

Tendiéronse en el suelo, y, haciendo manteles de las yerbas, pusieron sobre ellas pan, sal, cuchillos, nueces, rajas de queso, huesos mondos de jamón, que si no se dejaban mascar, no defendían el ser chupados. Pusieron asimismo un manjar negro que dicen que se llama cavial, y es hecho de huevos de pescados, gran despertador de la colambre.

El mismo Tristán apreció la belleza del paisaje y el robusto arquero entonó, ó por mejor decir, desentonó algunas picantes canciones francesas, con voz y berridos capaces de no dejar un solo pájaro en media milla á la redonda. Tendiéronse sobre la hierba y tras breve silencio dijo Simón: Me gusta el compañero ese que hemos dejado allá abajo.

"Llegó en esto la noche; recogímonos al mismo rancho de los desposados, pusiéronse centinelas hasta la misma boca del río, cebáronse las nasas, tendiéronse las redes y acomodáronse los anzuelos, todo con intención de regalar y servir a sus nuevos huéspedes; y, por más honrarlos, los dos recién desposados no quisieron aquella noche pasarla con sus esposas, sino dejar los ranchos solos a ellas, y a Auristela y a Cloelia, y que ellos, con sus amigos, conmigo y con el marinero, se les hiciese guarda y centinela; y aunque sobraba la claridad del cielo por la que ofrecía la de la creciente luna, y en la tierra ardían las hogueras que el nuevo regocijo había encendido, quisieron los desposados que cenásemos en el campo los varones y dentro del rancho las mujeres.

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