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Actualizado: 19 de junio de 2025
A la misa en la capilla remozada asistía siempre Nucha, oyéndola toda de rodillas, y retirándose cuando Julián daba gracias. Sin volverse ni distraerse en la oración, Julián conocía el instante en que se levantaba la señorita y el ruido imperceptible de sus pisadas sobre el entarimado nuevo. Cierta mañana no lo oyó. Este hecho tan sencillo le privó de rezar con sosiego.
La sala, tapizada toda de negro, estaba alumbrada por lámparas antiguas, alimentadas con espíritu de vino. Una barrera cubierta de terciopelo negro la dividía en dos partes casi iguales, una, llena de sillas para los espectadores, y otra, ocupada por un entarimado con una alfombra á cuadros.
Al pie de la cama deshecha, hay una mujer sentada en una silla baja: tiene el pelo revuelto, el rostro abrillantado por las lágrimas restregadas, y la boca contraída por el amargo dejo de una felicidad apenas gozada y ya perdida. Junto a ella, caídos en el entarimado del piso, se ven dos papeles arrugados: una carta y un impreso pequeño con cifras manuscritas.
Sin embargo, un instinto de picardía que poseía yo lo mismo que él, me impelió a obrar como si no comprendiera la indirecta; murmuré algo en este sentido, y me incliné otra vez sobre mis papeles. A los pocos minutos oí que sus suelas de madera pataleaban sobre el entarimado. Mirelo: estaba junto a la puerta, de pie. ¿Usted no saber, Chylee? No dije con fingida seriedad.
Fernando creyó morir entre la alfombra y los muelles del diván incrustados en su espalda. El calor era sofocante en este encierro, lejos del ventilador y de la brisa que entraba por el tragaluz. Apenas quedó acoplado en tal in pace, sintió que le dolían todas las articulaciones y que su pecho se aplastaba contra el entarimado como si fuese a romperse.
Un elevado entarimado levantaba la mesa sobre el nivel de las otras en que iban á comer los simples mortales, y una bóveda, decorada por los mejores artistas, protegería los augustos cráneos de las miradas envidiosas de las estrellas. Allí no había más que siete cubiertos; la vagilla era de plata maciza, mantel y servilletas de finísimo lino, vinos, los más caros y esquisitos.
Una tropa de carpinteros manejó incesantemente sus martillos, subiendo y bajando por escalas y cuerdas con agilidad simiesca. Así tuvo el segundo día un taburete en que sentarse, apropiado á su estatura, y una mesa, cuyos tablones, aunque no más anchos que las piezas de un entarimado fino, estaban ensamblados con tal exactitud que apenas si se distinguían las rayas divisorias.
Oyose el rápido posarse de los pies de Cristeta sobre el entarimado. Luego añadió: Aquí..., encima del tocador: trae tu palmatoria. Sonó el frotamiento de un fósforo, y quedó débilmente iluminado el cuarto.
La procesión venía de la iglesia mayor donde se había dicho solemne misa y cantado un <i>Te Deum</i>. El pueblo no cesaba de gritar <i>¡Viva la nación!</i>, como pudiera gritar ¡viva el rey!, y un coro que se había colocado en cierto entarimado detrás de una esquina entonó el himno, muy laudable sin duda, pero muy malo como poesía y música; que decía: Del tiempo borrascoso que España está sufriendo va el horizonte viendo alguna claridad.
Atravesó el soportal de arcos, subió la vasta escalera de piedra y al llegar a los corredores donde había más de un dedo de polvo sobre el entarimado, preguntó a Marcones, que le salió al encuentro, por don Gabino. El señor alcalde está en sesión. ¿En sesión? ¡Diablo, a qué hora tan rara! En efecto, por lo rara se había señalado. Dos años habían transcurrido desde el fallecimiento de don Roque.
Palabra del Dia
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