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Actualizado: 19 de junio de 2025
El estado de la enferma mejoraba con una rapidez increíble, gracias a la discreta colaboración de Mateo Mantoux. Un desconocido que hubiese estado por primera vez en la villa Dandolo no habría sospechado que allí hubiese una tísica. A fines de agosto, Germana estaba fresca como una rosa y redonda como una fruta.
Ya escribí la otra carta, para que no te veas en el compromiso de leer ésta delante de tus tías, y así será en lo de adelante. Dos cartitas: una para tí y para todos, otra para... «mi Rodolfo». Cuida mucho de tus tías, particularmente de doña Carmelita. Piensa que la pobre está muy enferma, muy nerviosa, y necesita cariño y amor. Ya les escribo cuatro renglones.
Puedo hacerte que llores de alegría, y que me abraces como una loca, Margarita dijo el rey. ¿De veras? preguntó disimulando mal su ansiedad la reina, porque en las palabras y el aspecto del rey conoció que podía prometerse algo satisfactorio. Tan de veras, como que te traigo una medicina que pondrá buena de repente á tu amiga doña Clara, que creo que anda enferma.
Como el Evangelio. ¿Pero él no sabe que Germana está enferma? Lo sabe. ¿Que está moribunda? Lo sabe. ¿Desahuciada? Lo sabe. Una nube pasó por el rostro del viejo duque. Se sentó en un rincón de la fría chimenea sin darse cuenta de que estaba casi desnudo y, apoyando los codos sobre las rodillas, se apretó la cabeza con las manos.
La fiebre de la caída de la tarde había disminuido; los sudores que inundan por las noches a los tísicos, no eran tan abundantes. El corazón de la enferma no tardó también en entrar en convalecencia. Su desesperación, su humor huraño y el odio a los que la amaban, cedieron la plaza a una melancolía dulce y benévola.
A consecuencia de este escándalo y de otros que siguieron, la hermosa apaleada huyó á un convento; pero el marido, haciendo presente que estaba enferma, la sacó de él, volviendo todo al mismo estado, hasta el 16 de Junio de 1627, en que falleció doña Dorotea de Sandoval, con gran sentimiento de Melgarejo, que dió las mayores muestras de dolor.
Permaneció Fernando confuso ante la hermética hoja de madera. Balbuceaba excusas. Había venido para saber de la salud de la señora: temía que estuviese enferma. Pero ella cortó estas palabras humildes que imploraban perdón con otras breves y rudas como órdenes. Podía retirarse. No se venía sin permiso al camarote de una dama. Era una imprudencia comprometedora, indigna de un gentleman.
Pero en el entresuelo de la calle de Tournon el prestigio poético se atenúa y se descolora y veo a esta joven tal como es: una criaturita inofensiva y graciosa, que sería acaso linda si fuese feliz, pero que tiene las facciones envueltas en un velo de melancolía y de temor que empañan su brillo. Máximo de Cosmes a su hermano. 15 de julio. Elena está decididamente enferma.
La condesa entró en una cámara solitaria y llamó. Presentósela inmediatamente una venerable dueña. ¿Qué me manda vuecencia? dijo aquella ruina con tocas. Decid á doña Clara Soldevilla que venga. Doña Clara no está en el cuarto de las Meninas, señora dijo la dueña. ¿No está acaso de servicio? No, señora; está en su cuarto enferma.
Tú eres hombre y necesitas la posesión; y yo soy una pobre enferma, sin otros encantos que los del alma, los que no se ven... Y ahora, adiós; tal vez para siempre, tal vez por algún tiempo nada más. ¡El mundo es tan pequeño!... La compañía iba a desembarcar en Montevideo. Trabajaría tres semanas en esta ciudad, mientras quedaba libre un teatro de Buenos Aires.
Palabra del Dia
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