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Actualizado: 19 de junio de 2025
Una vez que sorprendió al mozo de cuadra dando un beso a la cocinera se puso enferma del disgusto. Ambos salieron inmediatamente de la casa. Le gustaba, no obstante, tener tertulia a primera hora de la noche, pero de clérigos solamente.
Y he aquí que la enferma, con su meningitis y su inconsciencia su incontestable inconsciencia murmura a nuestro amigo: Y cuando no tenga más delirio... me querrás todavía? Esto es lo que yo llamo un pequeño caso de locura, claro y rotundo.
En el grupo de los curiosos, Tadeo, el que se enferma en el momento que baja el catedrático, acompaña á su compoblano, el novato que vimos sufrir las consecuencias del mal leido principio de Descartes. El novato es muy curioso y pregunton y Tadeo se aprovecha de su ingenuidad é inexperiencia para contarle las más estupendas mentiras.
En el suelo, sobre un colchón flaco, cubierto de pedazos de bayeta amarilla y de jirones de mantas morellanas, yacía la niña enferma, como de seis años, el rostro lívido, los puños cerrados en la boca. «Lo que tiene esta criatura es hambre dijo Benina, que habiéndola tocado en la frente y manos, la encontró fría como el mármol.
No se le pasó por las mientes que se pudiera necesitar al médico para curar algún mal; la experiencia le había hecho escéptico en este punto; ya suponía él que su mujer no estaba enferma; pero Dios sabía qué capricho era aquel, para qué se quería al médico a tales horas y cuál sería el daño, casi seguro, que a él, a Reyes, le había de caer encima a consecuencia de la nueva e improvisada y matutina diablura de su mujer.
Y en esas horas amargas, D. Amaranto llega a su mezquino mechinal, donde le aguarda su mujer, triste, enferma y mal vestida, y cuatro niñacos, como cuatro ruinas, en cuyos ojos candorosos, al mirar tan desolada pobreza, hay quizá un poco de recriminación hacia los que en un momento de lujuria ciega les trajeron a una vida tan sórdida, tan cruel y tan miserable. Nadie le pregunta nada.
Por lo que á mí toca, Dios sabe cuánto deseo verla. ¡Animo, mis queridos y benévolos lectores! Hasta mañana. =Dia trigésimo tercero=. La enferma. Museo del Louvre. La Asuncion. Apoteosis de Rubens. Otra pintura de Murillo. Una respuesta. Noticia á mis lectoras. Curiosidades. ¡Virtud increible la de la sangre! ¡Cariño santo el de la familia!
Reflexionó un instante y dijo: Apenas quince años. Su madre ha muerto. Es una triste historia, mi querido amigo... La pobre mujer estaba ya muy enferma cuando me casé con ella en Quimper... ¡Ha sido usted casado! exclamé en el colmo del asombro.
La mujer es enferma... llena de manías... suele pasar temporadas larguísimas sin salir de sus piezas. ¿Será neurasténica? ¡Qué sé yo!... lo que sé es que lo hace víctima de sus caprichos. ¡Pobre Baldomero!... y tan jovial siempre. En ese momento llegaron a una pequeña zanja de casi un metro de ancho, que Melchor propuso saltar, como lo hizo en su zaino, deteniéndose del otro lado.
Por la noche, los hombres de la gañanía contemplaron en silencio las manipulaciones de las dos brujas en torno de un puchero puesto a la lumbre, con ese respeto crédulo de las gentes del campo por todo lo maravilloso. La enferma bebió humildemente el cocimiento y recibió sobre el pecho el emplasto, manejado misteriosamente por las dos viejas, como si contuviese un poder sobrenatural.
Palabra del Dia
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