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Actualizado: 29 de mayo de 2025
En esta categoría debemos colocar las señales y manifestaciones divinas, los milagros de la Encarnación y Redención, y los actos de santos y mártires, que se recordaban continuamente.
Era, por prestigio o metamorfosis, la encarnación humana de aquella ictérica casuca de la Rúa Ruera, en donde el pintor Lirio calculaba que no podía por menos de vivir un prestamista.
¡Anda, anda, frutilla temprana!... ¡En la que te has metido! dijo Encarnación encendida de ira . ¿Y qué vas a hacer ahora? Ya no tienes salvación, ya estás perdida. Bien me lo temí y bien te lo dije cuando te vi en estos andares. Yo tengo mucho mundo añadió señalando del modo más insinuante su ojo derecho ; aquí dentro hay mucho quinqué. Pues, claro, a esto habías de venir a parar.
Este carácter es guerrero y religioso a la vez y por lo común el argumento del poema, viene a ser una empresa feliz del pueblo para quien se escribe, cuyas virtudes, excelencias y energías capitales, están cifradas y personificadas en un héroe castizo, de su raza, si bien con no poco de Dios, engendro, concepción o encarnación de alguna deidad, como Aquiles o Rama.
Señorito D. Diego dijo el pícaro no me comprometeré yo a decirle dónde está, manque me diera esos cuatro soles de plata mejicana, porque María Encarnación salió de aquí con Currito Báez, y tomando hacia la calle del Torno de Santa María... cétera, cétera. Entraron varios majos ya de nosotros conocidos, y D. Diego les convidó a beber, lo cual lejos de molestarles les causó muchísimo agrado.
De la venida de Shakspeare al mundo no han hecho algo tan sobrenaturalmente importante como la encarnación de un Dios; pero han hecho más, según el gusto y forma con que tales encarecimientos pueden hacerse en el día.
Honradez y crueldad, un gran sentido para apreciar la realidad de las cosas, y un rigor extremado y brutal para castigar las faltas de los pequeños, sin dejar por eso de quererles, componían, con la verbosidad infinita, el carácter de Encarnación la Sanguijuelera. Su flaca pero fuerte mano empuñó la caña, y descargándola sin previo anuncio sobre la cabeza de su sobrina, la rompió al primer golpe.
Después de llamar dos veces, la voz de Encarnación le respondió al través de los agujeros de la chapa: «La señorita ha salido. Me ha dejado encerrada». ¡Ha salido!... ¡Dios nos asista!... ¿Pero es eso verdad, o es que no quiere recibirme? No, señora, no está. Dijo que volvería pronto. Echó la llave con dos vueltas. ¿Y el niño? Sigue tan dormidito.
Sea de esto lo que quiera, creemos que en las partes existentes de la Sacristía del actual convento de la Encarnación, que caen á la calleja llamada de Santa Marta, y en la casa conocida con el nombre de la misma Santa, frontera á la Puerta de la Campanilla, pueden reconocerse todavía restos de la antigua Mezquita de los Osos, en unos fustes de mármoles con capiteles que estimamos árabe-bizantinos, existentes en los sitios mencionados, los cuales, antes de tener noticia de la mezquita, habían llamado nuestra atención y que ya creemos explicarnos satisfactoriamente, como restos de la misma.
¡Reparona! ¿Qué más da? Son novecientos ochenta declaró D. José, haciendo gala de su saber de cuentas. ¿Quiere usted callar?... Usted, Sr. D. Pepe, no tiene que poner su carne en este garfio. La equidad, amiga D.ª Encarnación... ¡Amiga, doña!... Diga usted, tío Lilaina, ¿en qué bodegón hemos comido juntos? ¿Se quiere usted meter en sus cosas y dejarme a mí? Falta un duro repitió Isidora.
Palabra del Dia
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