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Actualizado: 20 de octubre de 2025


Contóles la propiedad que tenía, encargóles el secreto y díjoles que aquél era el primero día donde se había de probar la virtud de la tal cabeza encantada; y si no eran los dos amigos de don Antonio, ninguna otra persona sabía el busilis del encanto, y aun si don Antonio no se le hubiera descubierto primero a sus amigos, también ellos cayeran en la admiración en que los demás cayeron, sin ser posible otra cosa: con tal traza y tal orden estaba fabricada.

Paco no se atrevía a pisar a su prima nueva, pero la tenía encantada con sus bromas de señorito fino, que vivió y la corrió en Madrid. Además ¡olía tan bien el primo y a cosas tan frescas y al mismo tiempo tan delicadas y elegantes! Allá, en su pueblo Edelmira había pensado mucho en el Marquesito, a quien había visto dos o tres veces siendo ella muy niña y él un adolescente.

¡Inmensidad, y edad, y recuerdos de antes! Silencio y desolación y profunda noche! Os percibo ahora y os siento en toda vuestra fuerza. ¡Oh sortilegios más eficaces que aquellos que el rey de Judea enseñó en los jardines de Gethsemaní! ¡Oh encantos más poderosos que los que la Caldea encantada arrancó jamás a las tranquilas estrellas! Aquí, en donde cayó un héroe, cae una columna!

En fin, dio cuenta de la burla que Sancho había hecho a su amo, dándole a entender que Dulcinea estaba encantada y transformada en labradora, y cómo la duquesa su mujer había dado a entender a Sancho que él era el que se engañaba, porque verdaderamente estaba encantada Dulcinea; de que no poco se rió y admiró el bachiller, considerando la agudeza y simplicidad de Sancho, como del estremo de la locura de don Quijote.

¿Ois como hablan todas las lenguas á vuestro lado? ¿Habeis entrado en los templos de todos los cultos que allí viven? ¿Por qué esa fiebre que agita Paris? ¿ No es verdad que la gloria tiene tambien allí su asiento? ¡Ah! ciudad encantada y deliciosa! yo te aclamo y te conjuro á la vez; me das alegrías bullentes, delicias al espíritu y dolores á la reflexion!

Era yo una bella princesa encantada que esperaba al hermoso caballero encantador del tapiz, pues en aquel tiempo que ha pasado después, tenía la vocación del matrimonio, una vocación seria, ardiente y resuelta... Encontraba al príncipe también en el salón bajo la forma de un joven y bizarro oficial de la Restauración, mi bisabuelo.

La moribunda estaba encantada y escuchaba con sonrisa de triunfo en los labios. ¡Bien! ¡Muy bien! decía. ¡Pobre muchacho! ¡Cómo te ama! Sigue, sigue. Y al acabar la lectura, exclamó: ¡Querido niño! Muestra un entusiasmo, un ardor, una constancia, a pesar de tu frialdad... Porque, realmente, hija mía, no sabes animarle... ¿No le amas? ¡Ay! ...

El joven me interesa, y si mi situación no me obligase a una gran reserva, tendría un gran placer en recibirle con mayor frecuencia; pero él mismo pórtase con gran discreción y no viene nunca aquí sino para hablar de negocios... Estoy encantada, señor inspector, de que haya sido usted bastante amable para aceptar mi invitación: esto me ha permitido invitar a Simón también.

Ya he hecho la prueba; he comido ya bastante dinero ¡y si mamá no me hubiera detenido!... pero estoy pronto para volver a empezar. ¡Ah, cuán feliz sería conmigo! Le haría pasar una existencia de princesa encantada... En su lujo vería el gusto, el arte y la ciencia de su marido. Pasaría mi vida en componerla, engalanarla, emperifollarla y pasearla triunfante a través del mundo.

Yo voy a ver de dónde sale esta agua. Y los hermanos se quedaron diciendo picardías; pero Meñique echó a andar por la orilla del arroyo, que se iba estrechando, estrechando, hasta que no era más que un hilo. Y ¿qué encontró Meñique cuando llegó al fin? Pues una cáscara de nuez encantada, de donde salía a borbotones el agua clara chispeando al sol.

Palabra del Dia

reclinándose

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