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Actualizado: 21 de mayo de 2025


¿Porque le critican? respondió la condesa ; no por cierto; yo me tomo algunas veces la libertad de hacerlo. Todo el que se presenta al público, le da ese derecho. No digo pobre al oírle criticar; lo digo al oír algunos elogios que de él hacen. ¿Y por qué, condesa?, el elogio siempre es lisonjero.

Algunas, vestidas de negro con una austeridad monjil, acometían desde las primeras frases el elogio o el lamento de sus difuntos maridos. Verificábase una aproximación general, como si todos en el buque despertasen de pronto, reconociéndose antiguos parientes.

Así se dice: Fulana es muy mujercita, pues muele un almud o dos almudes, sin levantarse. Ya Vd. supondrá que las pobres jóvenes, por obtener semejante elogio, se esfuerzan en tamaña tarea, que llevan a cabo sin duda alguna, merced al vigor de su edad, pero que no hay organización que resista a semejante trabajo, y sobre todo, a la penosa posición en que se ejecuta.

En cuanto á las señoras, hablando solamente de la señora de Laroque y de su hija y de ningún modo de la viuda de Aubry que es una criatura de vil especie, en cuanto á esas damas no hay elogio alguno que no merezcan. Estábamos en esto, cuando el paso acompasado de un caballo se hizo oir en el sendero que rodea exteriormente el muro del jardín.

Rafael comenzó por un elogio a la historia intachable, a la consecuencia política, a la sabiduría de aquel venerable septuagenario que todavía tenía fuerzas para batallar por los ideales de su juventud. Era de rúbrica un exordio como este; así lo hacía el jefe. Y al hablar, su vista se fijaba angustiosamente en el reloj. Quería ser largo, muy largo.

Como en el pueblo, medio de burla, medio en son de elogio, me llaman el santo, yo por modestia trato de disimular estas apariencias de santidad o de suavizarlas y humanarlas con la virtud de la eutropelia, ostentando una alegría serena y decente, la cual nunca estuvo reñida ni con la santidad ni con los santos.

En la casa me hallé con otro invitado, evidentemente también pretendiente de Clarita. La comida transcurrió sin novedad. Me di fácilmente cuenta de que yo era el preferido de la niña. Mi rival estaba como de reserva, por si yo no me decidía... Después de comer pasamos al salón donde ¿quién lo creería? los dueños de casa hicieron el elogio del bridge y se empeñaron en que lo jugáramos.

Su excelencia, declarando que los palaciegos se habían quedado cortos en el elogio, departió familiarmente con el artista; y éste, animado por la amabilidad del virrey, le dijo que ya le aburría la clausura, que harto purgada estaba su falta en tres años de vida conventual, y que anhelaba ancho campo de libertad.

Además, cuento con el socio, que corre con todo el trabajo: un antiguo dependiente al que di participación. Ya conocen ustedes la firma: Manzanares y Mendizábal. La falta de hijos parecía amargar su triunfo, colocándole en rencorosa inferioridad ante el prolífico vasco. Pero como una compensación, hizo el elogio de su esposa, valerosa compañera de los primeros años de pobreza y ahorro.

Todo vuelve, don José, todo; ya ve Vd., hasta los carlistas. Doña Manuela, picada de no haber escuchado todavía un elogio para su guiso, comenzó a tronar contra la política. No sabéis hablar de otra cosa. Pues dejarles que vengan. Peores que estos que mandan ahora no serán. Calla, mujer. ¡ que sabes! Sería un horror.

Palabra del Dia

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