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Actualizado: 21 de mayo de 2025


La aprobación de su confesor, las frases de elogio que a despecho suyo se le escapaban de los labios, indudablemente calentaban su fantasía y aguijaban sus ímpetus. Un día se pasaba veinticuatro horas sin tomar alimento, otro echaba ceniza en el plato que más le gustaba, otro se ponía una camisa de lana burda a raíz de la carne, otro se disciplinaba hasta saltar la sangre, etc.

El biógrafo, que no participaba de la antipatía del cura por mi héroe, hacía sin ninguna restricción el elogio de su belleza, de su valor, de su espíritu caballeresco y de la inteligente protección que diera a las letras y a las artes.

No; ahora que he salido no me volveré; voy a quedarme aquí afuera dijo Godfrey, cuando llegaron frente a la posada de Marner . Podéis venir a decirme si puedo servir para algo. En verdad, señor, que sois muy bueno; tenéis un corazón tierno dijo Dolly, dirigiéndose hacia la puerta. Godfrey estaba demasiado penosamente preocupado para sentir algún remordimiento por aquel elogio inmerecido.

Ambrosio de Morales en los cinco libros «postreros de la Crónica general de España» (Córdoba 1586) pone antes de unos versos de Argote de Molina, en favorable recomendación de su obra, estas palabras: «ELOGIO DEL MUY ILUSTRE SE

Hizo el elogio de Germana, sin decir nada de la familia, y describió la miseria en que vivían los duques. Don Diego dijo que era preciso enviarles un pronto socorro sin humillarles.

Es horrible condenarnos con hechos... y con hechos palpables... ¿Y qué quiere usted que yo le haga? objetó el cura. En primer lugar, nacen indiscutiblemente más mujeres que hombres, al menos en Francia... Después la muerte se lleva más pronto a los hombres que a las mujeres, lo que hace el elogio de ustedes, señoras observó graciosamente el cura, porque prueba la pureza de su vida.

El elogio que hacían de él era siempre el mismo: «No tiene nada suyoAdemás, le querían, por verle siempre en guerra con los señores de la administración, en defensa de la gente de los talleres. En las oficinas trabajaban muchos amigos de Goicochea, que se aprovechaba, para colocarlos, de su intimidad con el principal.

Hubo quien colgó al triste escritor la paternidad del Elogio de Felipe II, por ser obra maligna; también ha habido quien se la niegue del Norte, por tener mucho bueno.

Los muchos autores que han tratado por esperiencias repetidas de introducir la cinconina en la materia médica, para sustituir al sulfato de quinina , son dignos de elogio; pero no han podido conseguir que la primera sal cure mejor las dispepsias y las acedías que el sulfato de quinina....., y las moderadas dósis que la exacta apropiacion del medicamento exige en la mayor parte de los casos, no permiten dar á la cuestion de economía la misma importancia.

Pedían limosna; deteníanse ante las ventanas de los cafés, dando golpecitos en los cristales; lanzaban miradas intranquilas a los puestos exteriores de las tiendas, pensando en la posibilidad de un descuido... Iban a lo que saliese; el robo no les parecía gran pecado: chorar era una ocupación digna de elogio, si se hacía con habilidad y sin riesgo.

Palabra del Dia

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