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Actualizado: 21 de mayo de 2025
En la vida de esta beata Dorotea, que se hizo célebre en Sevilla, publicada por Gabriel de Aranda, se habla en varios pasajes de Juan de Salinas, con marcado elogio, y en igual sentido se expresan otros autores que encarecen mucho su ciencia y virtudes.
Hizo un elogio vehemente de las poesías de su ilustre visitante, declarando que jamás en su existencia había conocido nada comparable á ellas, y que ninguno de los poetas de su país podría igualarse con Momaren.
Era su gobernador mi padre, y me acuerdo que un poeta ménos que mediano, aunque no fuese medianamente desaliñado su estilo, llamado Azarria, hizo unas malas coplas en elogio mio, en las quales me calificaba de descendiente de Minos en línea recta; mas habiendo luego quitado el gobierno á mi padre, compuso otras en que me trataba de nieto de Pasifae y su amante.
Hallándose a una altitud de más de 3,000 pies, en el hermoso valle del Guaira, posee un clima agradable. Por lo demás, Caracas, así como toda Venezuela merece elogio por haber conservado en sumo grade el noble espíritu de hospitalidad española, de modo que una visita al país y, sobre todo, a la ciudad principal, no puede dejar de considerarse como uno de los grandes privilegios del viajero.
Terminó con esto el festín, durante el cual reinó en el comedor un silencio de refectorio, excepto cuando Elías dijo que tanta esplendidez le parecía dispendiosa, y elogió la sobriedad como fundamento de todas las virtudes. Después se rezó un poco, y las señoras se retiraron.
Baste, pues, decir, en elogio de D. Fadrique, que el refrán no rezó con él nunca, porque era la veracidad en persona. Lo que no aseguraremos es que fuese siempre creído en cuanto refirió.
Como apareciese en la acera de enfrente el célebre crítico, Segismundo se vio acometido a la ira cómica que le producía la presencia de aquel personaje de tan indudable importancia en la república de las letras. «Tengo a ese caballerito decía , sentado en la boca del estómago... sobre todo, desde que elogió aquella obra tan mala, estrenada este invierno, diciendo que en ella se planteaba el problema, y qué sé yo qué.
La presunción con ropilla; la vanidad ambulante... Me miró, le miré. Elogió mi ingenio y mi voz, y me engreí.
A las frases de elogio que Raimundo tributó calurosamente a la dama, asintió en un tono lacónico que le apagó los fuegos. Hay que confesarlo. La impresión primera de adoración filial que Clementina inspiró al joven entomólogo se había ido desvaneciendo poco a poco o, por mejor decir, confundiendo con otra inclinación menos santa, aunque guardando algo de ella.
Dispusiéronse las bodas con pompa y magnificencia nunca vista: todo era fiestas, torneos, óperas bufas; y en toda Italia se hiciéron sonetos en mi elogio, de los quales ninguno hubo que no fuera rematado de malo.
Palabra del Dia
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