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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Estos citados son los más notables cuadros de Juan del Castillo, y en los que pueden apreciarse por completo sus méritos y su estilo de pintura, debiendo citar aquí también otras obras como las siguientes, que conservaron varios particulares y elogió Amador de los Ríos en 1844 cuando dió á luz su libro Sevilla pintoresca.
Grave, solemne, suelto de lengua y ademanes, dejando traslucir un poco de ironía, como si estuviese representando una comedia por satisfacer la fantasía de una enferma. Dijo algunas palabras previamente acerca de la historia de sus relaciones. Reconocióse culpable. Elogió desmesuradamente a Clementina, con tan poca medida, que en ocasiones parecía estar burlando.
Algunos de éstos se hacían lenguas de la gran ilustración de los «sacristanes» de Toledo, elogio que acogía don Antolín como si fuese dedicado por entero a su persona. Gabriel se alarmaba más que el Vara de plata del efecto de sus palabras. Sentíase arrepentido del momento en que habló por primera vez de su pasado y sus ideales.
Por último, no debo escatimar al nobilísimo edificio que hemos visitado, ya que somos deudores de tan gratos recuerdos, un elogio que, á mi modo de ver, significa mucho. Despues de estar poetizada Nuestra Señora de Paris por el genio de Víctor Hugo, que es un gran genio, Nuestra Señora de Paris parece poética. Hemos resuelto no salir á la calle para comer.
¡Sí, pero yo soy muy joven para mi edad, señorita! ¡Así se dice al menos! Y bien dicen... mientras que él, Julio, es casi un viejo para la que tiene. Eso me encanta; no podría usted hacerme mayor elogio... Yo soy de un natural tan suave, tranquilo y sensible, que un marido demasiado vivo de carácter me haría sufrir mucho.
Velázquez, lleno de condescendencia, le prometía no abandonarlo, hacerle un hombre. Al fin concluyó haciéndole un elogio caluroso de su hermana. En media hora no se detuvo. Todo lo ensalzaba, todo lo hallaba admirable, los cabellos de ébano y la franqueza y lealtad del carácter, su corazón tierno y sus pies diminutos.
Es el del Californian, que me da las buenas noches dijo después de uno de estos llamamientos . Va á acostarse. No ocurre novedad. Y el joven hizo un elogio de la navegación mediterránea.
Luego hizo el elogio de su esposa, excelente directora de hogar, madre que se sacrificaba con modestia por sus hijos, por su esposo. ¡Ay, la dulce Augusta!... Veinte años de matrimonio iban transcurridos, y la adoraba como el día en que se vieron por primera vez. Guardaba en un bolsillo de su uniforme todas las cartas que ella le había escrito desde el principio de la campaña.
Usted se preguntará, sin duda comenzó ella, qué es lo que yo puedo tener que decirle a usted... Pues bien, vamos a ello... Es un poco delicado y quizás se extrañe de la facilidad con que hago mis confidencias a una persona a quien he visto por la primera vez hace apenas diez días... En primer lugar, usted no es para mí un desconocido... Su amigo el señor Voinchet me ha hablado con el más caluroso elogio de su lealtad y de su claro juicio.
Y Caragòl, presintiendo en esto un elogio, contestaba gravemente: «Así es, mi capitán.» Tòni y los otros oficiales masticaban con la cabeza baja, interrumpiéndose únicamente para lamentar que el viejo se hubiese quedado corto al medir la ambrosía. El aceite era para él tan precioso como el arroz.
Palabra del Dia
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