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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Cualquier ser humano, como no sea depravadísimo, tiene el amor de la patria, del pueblo, de la tierra en que ha nacido y de la gente a que pertenece. Este sentimiento es tan natural y tan general que no he de hacer yo el elogio de Fray Miguel porque le tuviese. Me limito a afirmar que le tenía.

En esto estaba ya para dormirme, a lo cual había contribuido no poco el esfuerzo que había hecho para componer mi elogio de modo que tuviera trazas de cosa formal; pero Dios no lo quiso así, o a lo que yo tengo por más cierto, un amigo que me alborotó la casa, y que se introdujo en mi cuarto dando voces en los términos siguientes, u otros semejantes: ¡Vamos a las máscaras, Bachiller! me gritó.

Mi madre era de una familia muy antigua y conocida en Galicia, la familia de los Lidones... Acaso usted habrá oído hablar de los Lidones... No, señor respondió secamente, mirándome con sus ojuelos cada vez más torvos y recelosos. Por donde entendí que no le apasionaba mucho el elogio de mi prosapia.

Pero el ilustre licenciado tiene un precursor eminentísimo en esta apología de las castañuelas. Nada menos que Plinio, el gran Plinio, el Joven, se le anticipó en muchos siglos en el elogio. Porque es de advertir que en la Roma de los tiempos del emperador Trajano, las castañuelas se formaban con perlas.

María comenzó a observar con gozo íntimo, del cual se acusaba a su confesor bañada en lágrimas, que infundía admiración y respeto a la gente; que cuando salía a la calle la saludaban algunos con frases de elogio y cuando estaba en la iglesia la miraban todos los fieles con particular insistencia.

Conocía todas las fábricas, pero la mejor sin disputa era la de Tutau, de Barcelona. Elogió el artículo como si fuese, un viajante de la casa. A Luis se le conocía en la cara el hastío y el pesar de no hallarse sentado al lado de Amalia. Pero Emilita no se atrevió a colocarlo en esta forma, ni tampoco junto a Fernanda. Lo primero sería un escándalo. Lo segundo, una molestia para ambos.

En efecto, El Noticiero de la semana siguiente contenía unos versos muy libres, en contestación al poema de la moderna Safo, que se atribuían a la mujer de un jefe piel-roja, seguido de un brillante elogio firmado «A. S. S.»

Insignificante fué lo que yo hice para merecer tanto elogio, pudo decir por fin Roger. Mas no sabéis, señora, cuánta es mi alegría al volver á veros y saber que llegasteis sana y salva á vuestra morada, suponiendo que lo sea este castillo. Lo es, y el barón León de Morel es mi padre.

Y en esta charla surgía a cada momento el elogio del marido, el tierno entusiasmo por su vistosa inutilidad, lo que producía en Fernando cierta irritación... ¿Y para esto se le había acercado con aire de flirt aquella señora?... Una trompeta lanzó a guisa de llamada el toque arrogante y provocador del héroe Sigfrido.

Según dice Riccoboni, desde el año de 1620 hubo tal afición en Italia á las comedias españolas, que las traducciones é imitaciones de las obras de Lope de Vega y de sus coetáneos sustituyeron casi por completo en los teatros á las comedias y tragedias originales italianas . El célebre actor de Adone, Marino, dice, en su Elogio fúnebre de Lope, que era costumbre de los empresarios de teatro de Italia y Francia, y para aumentar sus entradas, anunciar en los carteles que la comedia que había de representarse era de Lope de Vega; y que bastaba sólo su nombre para atraer tantos espectadores, que ni bastaba el teatro para contenerlos ni su caja para guardar el dinero .

Palabra del Dia

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