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Actualizado: 8 de julio de 2025


En los bordes y en el centro de la enorme caldera, cuya magnitud era aumentada por el engañoso claro-oscuro de la noche, se elevaban figuras colosales, hombres disformes, monstruos volcados y patas arriba, brazos inmensos desperezándose, pies truncados, desparramadas figuras semejantes a las que forma el caprichoso andar de las nubes en el cielo; pero quietas, inmobles, endurecidas.

Algunas higueras llegaban a tener centenares de sostenes, y se extendían como una inmensa tienda verde destinada a cobijar un sueño de gigantes. Eran cenadores naturales, en los que podía ocultarse casi un pueblo. El fondo del horizonte estaba cerrado por montañas cubiertas de pinos con grandes calvas de tierra roja. Entre el obscuro follaje se elevaban columnas de humo.

Cuando las dos hermanas se pusieron a recorrer los senderos del jardín prolijamente limpios, rodeados de céspedes cuyo verde claro contrastaba agradablemente con el tinte sombrío de las pirámides y de las bóvedas y con el de los cercos de boj que se elevaban como murallas de verdura, Priscila dijo: Estoy muy contenta con que vuestro marido haya hecho esa permuta de terreno con el primo Osgood y que comience a ocuparse en una lechería.

El brillo primitivo de aquel estilo y el genio verdadero de su inventor, pudieron deslumbrar momentáneamente al mayor número; pero la posteridad se encargó bien pronto de desvanecer su aureola, y el gongorismo arrastró desde entonces su trabajosa existencia entre sus partidarios, que se elevaban recíprocamente hasta las nubes como si fueran grandes poetas, aunque por lo demás sin adquirir importancia ni lugar preferente en la república de las letras.

Pero, entre aquella muchedumbre que llenaba los ámbitos de la iglesia, sólo el padre y el novio sintieron penetrar en sus corazones las terribles palabras de las plegarias que con lúgubre armonía se elevaban al Cielo entre nubes de incienso; y, particularmente el doctor se apropiaba con avidez el sentido de los versículos más tristes y en el fondo de su alma repetía las palabras del sacerdote que oficiaba: «Daré el reposo a los justos dice el Señor porque hallaron gracia a mis ojos y les conozco por su nombre.

Tendía el maestro la amplia capa en el suelo, para que sobre ella cayesen las blancas y maravedises con que el público lo socorría; y trazada una gran circunferencia en la tierra con la punta de la espada, y empuñándola arrogante, describía círculos rectos, tajos adelante y atrás, revolvíase como energúmeno, saltaba agilísimo de un lado á otro, acometía ó bien retrocediendo, simulaba parar los golpes de su imaginado contrario, todo tal y tan verdaderamente, como nos lo pintó al vivo el gran Quevedo, en su saladísima crítica de los que elevaban la esgrima á la altura de la ciencia matemática, tan á maravilla ridiculizados en el Buscon Don Pablos ...

Sobre las paredes de ladrillo cocido, sin revoque exterior, ó de simples adobes, se elevaban las techumbres hechas con planchas de cinc ondulado. En el interior de la casa del dueño los tabiques sólo llegaban á cierta altura, dejando circular el aire por toda la parte alta del edificio. Las habitaciones eran escasas en muebles.

Un instante, fue a sentarse en un sillón gótico cuyas columnitas de madera dorada, se elevaban formando cúpula por encima de su cabeza rubia. La contempló arrobado; así era como la veía en sus sueños. Sentada en aquel trono torneado y extraño; con su ligero vestido de linón y trémulas blondas, parecía una princesa de leyenda.

Las olas se elevaban lentas y mansas sobre los escasos centímetros de la borda, como si quisieran contemplar con sus ojos glaucos este amasijo de cuerpos blancos y obscuros. Remaban los náufragos con nerviosa desesperación; luego yacían inertes, reconociendo la ineficacia de su esfuerzo perdido en la inmensidad. El piloto, al adormecerse en la dura popa, acababa por sonreír con los ojos cerrados.

Descendieron del automóvil en una planicie limitada por dos cuerpos de edificio que formaban ángulo. Era el patio de honor, la plaza de armas del futuro castillo. En los otros dos lados, unos muros que sólo se elevaban un metro sobre el suelo indicaban la traza de lo que podría ser este patio algún día, si la suerte dejaba de mostrarse adusta con el propietario.

Palabra del Dia

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