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Actualizado: 17 de junio de 2025


Esta proximidad había sido siempre una exigencia de doña Paula. Ella habitaba el segundo piso, a sus anchas; no quería ruido de curas y frailes entrando y saliendo; pero tampoco consentía que su hijo, su pobre Fermín, que para ella siempre sería un niño a quien había que cuidar mucho, durmiese lejos de toda criatura cristiana.

Sus ojos se cerraron, y dulcemente fue cayendo en un sopor, sin ensueños, sin delirio, en la blandura gris de la nada, como si su pensamiento se durmiese antes que su cuerpo. Cuando volvió a abrir los ojos ya no era roja la luz que alumbraba la habitación. Vio el candil colgado en el mismo sitio, con la mecha negra y apagada.

Mi madre parecía dormida; su tez estaba coloreada y su respiración era rápida. Yo temí despertarla si la besaba, y me contenté con poner mis labios sobre un extremo de su vestido. Después, me hicieron entrar en la habitación del conserje, que permitió que durmiese con sus hijos; pero yo no pude dormir a causa de mi disgusto y de los ruidos que oía.

Dejé una noche que se acostase antes que yo, esperé a que se durmiese, y al cabo de dos horas, cuando estaba en el más profundo sueño, teniendo antes cuidado de poner la luz de modo que le iluminara de lleno el rostro, le llamé a grandes voces gritando «¡Pepe, Pepe... El dinero de Gozalvez, Gozalvez, Gozalvez... su dineroDespertó preso de un sobresalto indecible, y sin tiempo para reponerse, sorprendido como criminal por astucia del juez, preguntó fuera de enrojecido de rabia: «¿Dónde está Gozalvez? ¿Cómo lo sabes? ¿Quién te lo ha contado

Con él no había miedo á que entrase por descuido la ola de través que barre la cubierta y apaga las máquinas, ó que el escollo invisible clavase su colmillo de piedra en el vientre del buque. Seguía junto al timonel el rumbo indicado, inmóvil y silencioso, como si durmiese de pie; pero en el momento oportuno dejaba caer la breve palabra de mando.

Y rebuscando en el saco de sus herramientas, escogió una hoz, la atravesó en su faja y salió de la vivienda, sin que Pimentó intentase atajarle el paso. A tales horas nada malo podía hacer el viejo: que durmiese al raso, si tal era su gusto. Y el valentón, cerrando la barraca, se acostó.

Como dieran las tres de la mañana, Laura indicó a su hermana que durmiese, con esta última advertencia: Vázquez te hará su declaración uno de estos días... Lo único que te pido es que no lo aceptes inmediatamente.

Eran dragones que llegaban para extremar la persecución. Pero sus caballos estaban fatigados; únicamente la fiebre de la victoria, que parecía transmitirse de los hombres á las bestias, sostenía su trote forzado y doloroso. Uno de estos jinetes se detuvo junto á la entrada del parque. El caballo devoró con avidez unos hierbajos, mientras el hombre permanecía encogido en la silla como si durmiese.

Que durmiese; ya lo vería después: no tenía prisa. Se sentó en un banco, ante una mesa de tablas desunidas, contemplando el magnífico panorama. La mujer quiso obsequiarle... ¿Un poco de aguardiente? Pero él hizo un gesto de repugnancia. Agua, nada más que agua. Y ella sacó un jarro de la obscura tienda, que exhalaba un hedor de salazón, bebidas alcohólicas y grasa.

Se acabaron los almuerzos y las comidas á diario, aquella vida común, en la que sólo faltaba que durmiese en la casa... Y el pobre muchacho parece triste, desesperado, por este cambio. Se animó el profesor en sus confidencias al notar el agrado con que las recibía el príncipe.

Palabra del Dia

lanterna

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