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Actualizado: 28 de junio de 2025
Todos los huesos me duelen, y la cabeza la siento a ratos como si estuviera vacía, sin sesos... Pero no me duele, y esto es mala señal, porque las jaquecas son un puntal de la vida. Yo no sé lo que me pasa.
¡Siento como que me duele el corazón, oyéndolo hablar así, don Melchor...! ¿por qué dice todo eso? ¡Porque es verdad! Qué ha de ser, ¡señor!... y aunque fuera... que no lo es... siempre hay quienes lo quieren de veras, don Melchor. ¡A mí?... ¡Bah!... ¿Y los viejos?... ¿y las niñas?... ¡sus hermanas, don Melchor! ¡recuérdese de la «nena»!
Usa siempre las mejores formas, y hasta cuando quieras ofender, hazlo con palabras graciosas y suaves. Si tienes que dar una bofetada, dala con mano de algodón perfumado, que así duele más. »Una buena mesa es cosa que enaltece al rico y pone, por decirlo así, el sello a su grandeza.
Sí, me duele dijo al fin resueltamente . ¿Por qué negártelo? Esa mujer me interesa. Cuando no la veo, no me acuerdo de ella. He pasado meses y años sin que volviese á mi memoria. Pero así que la encuentro, me domina... la deseo.
Al pronto creyó Jacinta que a su marido le habían pegado una puñalada. Dio un grito... miró; no tenía sangre... «¡Ah! ¿Es que te duele?... ¡Pobrecito niño! Eso será frío... Espérate, te pondré una bayeta caliente... te daremos friegas con... con árnica...».
Sí, tía, me iré; y no por gusto. ¡Bien sabe Dios cuánto me duele esta separación!... Pero no se aflija usted. Es necesario.... Estoy obligado a.... ¡A vivir con tus tías! exclamó interrumpiéndome. Estoy obligado a subvenir a las necesidades de ustedes. ¿Y no te basta con lo que ganas en la casa de Castro Pérez? ¿Te pedimos algo que no puedas darnos?
Tu hermanito dichoso me robó á mí tres bellotas. Eso era chancilla. ¡Caramba con las chancillas! Tiene tu hermano la gracia, lo mismo que las avispas, por detrás, y que duele. Yo sé el cuento del Carlanco, observó otra. ¿Quién te lo contó? Mi abuela, que sabe más de mil. Anda, Catanilla, cuéntalo.
La señora gozaba abiertamente, y yo los chicos siempre son crueles no dejaba de pasar un buen rato, aparte de que mi padre y yo no habíamos convivido nunca hasta entonces, y era para mí un ser algo extraño, en todos los sentidos de la palabra. Ahora, cuando pienso en ello, me duele un poco el corazón.
Como te veo pálida estos días... Bien puedes creerlo, Santos, yo tengo mucha mejor idea de tu esplendidez que la mayoría del pueblo... No conocéis bien a D. Santos, les digo muchas veces a los que sostienen que a tí te duele gastar el dinero. Si D. Santos no gasta, no obsequia a sus amigos, no es por avaricia, sino por indolencia, porque no se le presenta ocasión.
Mil realitos al mes... y luego si usted logra que yo ajuste a esa señorita... ¡Ahí le duele!... No andemos con hipocresías. Ya le he dicho a usted que yo también tengo mis debilidades. Entonces... entre hombres debemos ayudarnos. El día menos pensado tiene usted una conquista seria, y me dice usted: «Amigo Todellas, présteme usted la llave y váyase usted de paseo»; por un amigo todo se hace.
Palabra del Dia
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