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Actualizado: 19 de junio de 2025
Mucho le dolía no sacar al fin la menor ventaja de su sufrimiento y de su disimulo durante año y medio, y tener que retroceder al estado de guerra y a la situación en que después del sermón del padre Anselmo se había colocado. Por esto determinó sufrir aún y esperar hasta el siguiente día.
No eran aquellas, por cierto, las apariencias de quien ha recobrado una dicha perdida. Pero se sobrepuso a la impresión penosa y fingió no advertir el aspecto desmejorado de su amiga. Laurita, sé que José Luis ha estado aquí... Pero ella la besó y llamó a sus hermanas. Era evidente que le dolía tocar este asunto.
Me dolía el corazón... Sentí que me tocaban en el hombro, y que me decían quedito, muy quedito: ¡Rodolfo!... ¡Rodolfo! Era Linilla. Ya todos se han recogido, murmuró y he venido a decirte adiós, porque no quiero verte mañana. ¿No quieres verme? ¡No; me sería imposible salir de aquí!... ¡No podría contener mis lágrimas!
Y vacilando así entre una débil esperanza y una angustiosa ansiedad, la pobre Marta alzaba los ojos al cielo y se dolía de la suerte que la amenazaba tan cruelmente, en el momento mismo en que estaba cerca de descubrir el secreto de sus enemigos.
Una compasión inmensa le dolía en el corazón y le ponía en los ojos un fulgor ardiente de ternura. Todo el aspecto de la muchacha era una viva lamentación de pena y de trabajo; el médico veía con espanto que Carmen finaba lentamente, en un profundo descuido de la vida. Nada se dijeron al verse en el cuarto de Julio; se buscaron los ojos, y ella bajó los suyos, cobarde y sobrecogida.
Al pobre Batiste, tan severo y amenazador, lo que más le dolía de todas sus desgracias era el desconsuelo de la pobre muchacha, falta de apetito, amarillenta, ojerosa, haciendo esfuerzos por mostrarse indiferente, sin dormir apenas, lo que no impedía que todas las mañanas marchase puntualmente á la fábrica, con una vaguedad en las pupilas reveladora de que su pensamiento rodaba lejos, de que estaba soñando por dentro á todas horas.
Todo lo miraba Sancho, y de ninguna cosa se dolía; antes, por cumplir con el refrán, que él muy bien sabía, de "cuando a Roma fueres, haz como vieres", pidió a Ricote la bota, y tomó su puntería como los demás, y no con menos gusto que ellos.
El contacto de Angustias había impregnado mis nervios ya para siempre: la sensación estaba de continuo sobre mí, me erizaba el vello con un calofrío placentero. Angustias seguía formando parte de mi ser y me dolía como un miembro amputado. Martirio del corazón, martirio de la carne y martirio de la conciencia, acaso más desesperado que todos.
Y de pronto, con asombro, enderezó pesadamente la cabeza: se sentía mejor. La pierna le dolía apenas, la sed disminuía, y su pecho, libre ya, se abría en lenta inspiración. El veneno comenzaba a irse, no había duda. Se hallaba casi bien, y aunque no tenía fuerzas para mover la mano, contaba con la caída del rocio para reponerse del todo. Calculó que antes de tres horas estaría en Tacurú-Pucú.
Soledad empezó á coser en una sastrería; pero su jornal era tan exiguo que apenas si con él podía comprarse un vestidito de percal y calzar pasablemente. Aquí era donde le dolía á la mocita. Las andaluzas sufren sin pena el ir vestidas con cualquier trapillo; pero viven infelices si no llevan una media bien limpia y un zapato fino y ajustado.
Palabra del Dia
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