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Actualizado: 12 de junio de 2025


Por lo mismo, mirando el lugar en que nos encontramos, y sobre todo mi decoro, sed respetuoso conmigo. ¿Y cuando, señora, no os he respetado? Dadme una prueba saliendo de aquí. Prometedme que vos no pasaréis más adelante. Aseguradme que seréis dócil á lo que yo quiera. Os lo juro, siempre que no me pidáis lo que no puedo concederos. Pues bien, no entraré. ¿Y podré yo entrar hasta vos?

¡Usted ser mucho grande tonto! ¡Todo igual! Y se largó, asustado por su propia audacia. No obstante, a la mañana siguiente, apareció como siempre, dócil y sumiso, y no le recordé su defección.

sabes que no quiere que se fatigue, ¡ni que te fatigues tampoco! La señora suspiró... El señor parecía preocupado por la obstinación de Lita. Pues Lita no era caprichosa. Le gustaba contradecir a veces; pero era dócil y reposada como una viejita de cien años. Como su capricho de tejer era una cosa rara, el padre ordenó a miss Mary que llamase al médico por teléfono.

La bella y santa idea de la Fraternidad humana en todas sus aplicaciones debe encontrar en el misionero evangélico su más entusiasta propagandista; y así es como este apóstol logrará llevar a los altares de un Dios de paz a un pueblo dócil, regenerado por el trabajo y por la virtud, al campo y al taller, a un pueblo inspirado por la idea religiosa que le ha impuesto, como una ley santa, la ley del trabajo y de la hermandad.

Se había lavado previamente la cara, y su cabello negro y ordinario llevaba trazas de una reciente pelea con el peine, en la cual, al parecer, ambos llevaban mala parte. La mirada desafiadora brillaba de cuando en cuando en sus ojos, pero su manera era más dócil y modesta.

Huberto se mostró dócil a las exhortaciones maternales; no pareció obstinarse en demostrar a María Teresa sentimientos inoportunos; sin embargo, débil y vacilante, no osaba provocar una franca ruptura.

Creyó notar que se prestaba dócil oído a sus cariñosas reprimendas, y se atrevió a predicar también sobre otro punto.

De este modo, mi hijo se hará tan puro, tan dócil como usted misma, y cuando haya crecido le dirá el nombre de su padre, el nombre que hace años no han pronunciado mis labios, el nombre de Alejandro Morton, a quien llaman aquí Sandy. ¡Doña María, no retire su mano! ¡Doña María, contésteme! ¿Se llevará a mi hijo? ¡No vuelva la cara! ya que no debería contemplar a una mujer como yo. ¡Pero por Dios, señora, sea clemente! ¡Que esta mujer me deja!

Para tener al filipino docil, hay que repetirle día por día de que lo es y convencerle de que es incapaz. ¿De qué le serviría por lo demás creer en otra cosa si se hace desgraciado? Créame usted, es un acto de caridad mantener cada ser en la posicion en que está; allí está el orden, la armonía. En eso consiste la ciencia de gobernar.

Declararon los oyentes, de todo corazón al parecer, que no había en el nombre nada de feo ni de raro, y, sin convencerse de ello, continuó don Adrián: Tampoco en Madrid dio un mal paso en su carrera: buenas notas siempre, mucho fruto... porque aquí, en la botica, le iba descubriendo yo cuando venía a pasar las vacaciones... y al mismo tiempo haciéndose un chicazo como un trinquete... no muy grande; pero bien cortado... eso es, y fuerte... y guapo, ¡qué caray!... y dócil y risueño que daba gusto.

Palabra del Dia

deshice

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