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Actualizado: 12 de junio de 2025
Es más, como Matilde tenía un carácter más firme, o era más tiesecilla, según la expresión vulgar, pronto llegó a dominar a su dócil y bonachona amiga. Mas por lo que respecta a Eduardito, nunca había cesado aquel sentimiento de protección maternal con que Fernanda le trataba.
Juan se mostraba dócil, aprovechaba las lecciones, los consejos, y ponía tanto celo en sus estudios como en el trabajo de operario. La fábrica fue bien pronto la única ocupación personal de Juan: no la abandonaba sino para concurrir a los cursos de la noche.
-Ya, ya caigo -respondió don Quijote- en ello: tú quieres decir que eres tan dócil, blando y mañero que tomarás lo que yo te dijere, y pasarás por lo que te enseñare. -Apostaré yo -dijo Sancho- que desde el emprincipio me caló y me entendió, sino que quiso turbarme por oírme decir otras docientas patochadas. -Podrá ser -replicó don Quijote-. Y, en efecto, ¿qué dice Teresa?
Calculaba él, con aquella frivolidad afectada y natural al mismo tiempo de materialista práctico, calculaba que allá para el invierno él se sentiría fuerte como un roble y la Regenta estaría suave y dócil como una malva. Además, una barbaridad podía, si no echarlo todo a perder, retrasar las cosas, darles un giro menos picante y sabroso que el que llevaban.
A la mañana siguiente, no tan temprano como quisiera su impaciencia, se apeó de la berlina cerca de la calle de los Estudios y, en compañía del aya, que ya estaba domesticada y dócil, se dirigió hacia la calle de la Pasión. No necesitó que nadie la indicara el camino, ni tuvo que esforzarse por hacer memoria de dónde estaba la casa que iba buscando.
Allá en sus adentros se comparaba a la vara que sostiene en el aire a una planta rastrera a fin de que no caiga al suelo y se ensucie y pudra en el fango. Temía Rafaela que Arturito cayese si le dejaba ella, y por eso no le dejaba. A menudo solía lamentar que aquel muchacho hubiera sido tan dócil y se hubiera convertido tan pronto.
Dócil y humildemente, debemos someternos a cuantas pruebas nos envía... Como cuenta de Job la Biblia, debemos resignarnos con nuestro destino. Sin la voluntad del Todopoderoso, ni un solo cabello puede desprenderse de nuestra cabeza.
Con un caballo así, bueno y dócil, el señor Calderón, el Trigo u otro jinete de los buenos tiempos hubiese sido capaz de torear dos tardes seguidas sin dar una caída y sin que el animal recibiese un arañazo. ¡Pero ahora!... Ahora sólo había mucho miedo y muy poca vergüenza.
Y el Océano que dócil a él va y viene sin cesar desde el principio del mundo, se encendió en pura llama, tembló su vasto seno inflamado, y arrojó sus aguas a las peñas de Santa María como enormes capas de mercurio que al retirarse se sobreponían a otras y se fundían con ellas. Reinaba silencio sublime, un recogimiento de suavidad inefable en aquella escena tan vieja y tan nueva a la vez.
Ugarte comenzó a mostrarse más dócil con la esperanza de la fuga. El holandés hizo parte de su galería; pero a la mitad del trabajo un vigilante encontró la mina, y hubo que suspender la obra. Ugarte, después de esta tentativa frustrada, ya no me dejó vivir en paz. Todos los días me exponía uno o dos proyectos.
Palabra del Dia
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