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La reprendía, le explicaba con escolásticos giros y frases nada comunes, y, por último, la llamaba ignorante y hereje, causándole gran turbación y susto. De repente interrumpe sus lecturas y sus reprimendas, y exclama: ¡Ah! se me olvidaba una parte de mi rezo. Ya se ve, me he distraído con los errores de usted, hija.

Conforme adelantaba la lección de comer, y menudeaban las reprimendas y castigos, Cónsul se ponía más huraño y nervioso, gruñendo sordamente con los dientes apretados.

Y como si gozase manteniendo latente la curiosidad de Fernando, empezó por hablar de Nélida y su familia. ¡Todos contentos! El hermano pequeño atolondrado por las reprimendas de la madre y el enojo patriarcal del señor Kasper, parecía haber olvidado sus amenazas, absteniéndose de hacer revelaciones al hermano mayor.

Este despego que a ellos les parecía mala crianza y a un arranque de entereza, propio de elevados corazones, me proporcionó algunas reprimendas y, sobre todo, dio origen a una frase de mi señorita, que se me clavó en el corazón como una dolorosa espina. En cierta ocasión le decir: «Este chico está tan echado a perder, que será preciso mandarle fuera de casa».

¡Bah! un arañazo... Su influencia mantuvo mejor la disciplina entre aquellos hombres groseros y violentos mejor que las reprimendas de los oficiales, y remontó tan bien su moral, que cuando llegó la columna libertadora, los pobres diablos, que tenían el vientre vacío hacía veinticuatro horas, estaban aprendiendo... la bamboula bajo su alta dirección. ¡Bah! se hace lo que se puede.

Llegada la hora de rezar el rosario, acto solemne que se verificaba en el comedor con asistencia de todos los de la casa, mi amo, que otras veces solía dormirse, murmurando perezosamente los Pater-noster, lo cual le valía algunas reprimendas, estuvo aquella noche muy despabilado y rezó con verdadero empeño, haciendo que su voz se oyera entre todas las demás.

Conque derechos a Inhiesta, y me traéis aquí al fugitivo; yo le tendré a buen recaudo los pocos días que restan hasta que comience el curso en el Seminario. Y, cuidado, Apolonio; nada de amonestaciones ni reprimendas. Eso me toca a . Andando, antes que los fugitivos tomen el tren que pasa mañana por Inhiesta. Partió la cuadrilla, como dispuso la duquesa. Llovía, llovía.

Tal vez estas consideraciones, unidas á las sonrisas de Eva y al humilde silencio con que Adán acogió las reprimendas del Señor, ablandaron el corazón de éste. Pareció arrepentirse de su anterior severidad, y añadió con un tono de benevolencia: No esperéis que os perdone, permitiendo que volváis á disfrutar por segunda vez los placeres del Paraíso.

Quería ser militar, pero su padre se indignaba cada vez que el muchacho hacía referencia a lo que llamaba su vocación. ¿Para eso había trabajado él haciéndose rico? Recordaba la época en que, pobre escribiente, tenía que halagar a sus superiores y escuchar sus reprimendas humildemente con el espinazo doblado. No quería que a su único hijo lo llevasen de aquí para allá como una máquina.

Creyó notar que se prestaba dócil oído a sus cariñosas reprimendas, y se atrevió a predicar también sobre otro punto.