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Actualizado: 6 de julio de 2025


Rebosa en ellas un prurito particular de hacer comparaciones y evocar imágenes, y las auroras y los crepúsculos, las perlas y los diamantes, los rayos y los relámpagos, menudean sin cesar; ya es un jardín un mar de flores; ya el mar un jardín de espuma; el mar alborotado se compara al Nembrod de los vientos, que acumula montañas y ciudades sobre ciudades, y á una espada desenvainada se llama cometa errante, que atraviesa las esferas del aire.

Riendo como un desvergonzado bruto, dijo a su hermana: «Abur, chica». Al punto echó Isidora de menos sus diamantes de tornillo, que aunque falsos, valían cuatro duros. ¡Cuántas lágrimas derramó aquel día! Mariano estuvo una semana sin parecer por la casa de Relimpio. Una noche, cuando menos se le esperaba, apareció al fin avergonzado, compungido, la ropa hecha jirones, imagen del hijo pródigo.

Algunos autores, propensos á ver por todas partes riquezas imaginarias, han sentado que los jesuitas habian estraido del cerro de San-Simon cantidades considerables de oro y de diamantes. Otros se han adelantado á creer que se encontraban piedras preciosas en las orillas de los rios Beni, Mamoré y Guaporé.

Pues mándoles yo que, aunque estas redes, si como son hechas de hilo verde fueran de durísimos diamantes, o más fuertes que aquélla con que el celoso dios de los herreros enredó a Venus y a Marte, así la rompiera como si fuera de juncos marinos o de hilachas de algodón.

Después de un breve sueño, despertó creyendo firmemente que en la salita próxima había unas esportonas o seretas muy grandes, muy grandes, llenas de diamantes, rubiles, perlas y zafiros... En la obscuridad de las habitaciones nada podía ver; pero de que aquellas riquezas estaban allí no tenía la menor duda.

Aunque su rostro estaba cubierto por el negro tafetán, reconociole, al pronto, por la pluma blanca, sujeta a la gorra con hermoso joyel de diamantes, y la capa cenicienta que llevaba, también, noches pasadas, en la casa de juego. Al tiempo que el joven regidor iba a golpear la puerta con los nudillos, Ramiro, corriendo hacia él, asiole el brazo en el aire.

La noche era magnífica, una de esas noches de Villaverde, tibias y benignas, sin nubes ni celajes, en que los astros centellean como diamantes, en que los vientos traen a la ciudad el rumor de los campos adormecidos, los cantares del perezoso río y los gratos perfumes del valle.

Gracias, Santos, gracias: de mi cuenta corren vuestros adelantamientos: por lo pronto guardad esto en memoria mía. La condesa se sacó del seno un relicario de oro guarnecido de perlas y diamantes y del hermoso cuello la cadena de que pendía. Había algo de tentación en dar á un hombre una prenda tan íntima, cuando podía haberle dado una de las ricas sortijas que llevaba en las manos.

Pero Conchita torció otra vez el gesto con expresión de protesta. No; yo no quiero diamantes. ¡Para como los ganan muchas!... Yo soy clásica, como dice Isidro, y no me presto a ciertas cosas. A me gusta como Dios manda, ¿se entera usted?... como Dios manda.

La luz de los astros se quebraba en aquellos líquidos diamantes y daba reflejos de iris. El Comendador no fué dueño de mismo. Acercó su rostro al de Lucía y puso los labios en una de aquellas lágrimas. Luego exclamó: ¡Te amo! Lucía no contestó palabra. Echó á andar hacia su casa; llamó, abrieron, y entró seguida del Comendador. Al llegar á la escalera, se volvió y le dijo: Buenas noches, tío.

Palabra del Dia

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