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Actualizado: 6 de octubre de 2025
La noche le envolvía con todas las asechanzas de una selva virgen, mientras brillaba ante sus ojos una gran ciudad coronada de diamantes eléctricos, esparciendo en la negrura del espacio un halo de incendio. Tres veces pasó junto á los carabineros solitarios, pero no quiso hablarles. «¡Adelante!
En todo el Brasil dan los portugueses nombre de minas á los lavaderos de oro. Y así ni en Cuyabá, ni en otra parte alguna del Brasil, que haya llegado á mi noticia, se trabajan minas propiamente tales. Pero hay en Cuyabá lavaderos de oro de 23 quilates, y en uno de los lavaderos de oro se hallan diamantes.
Tened la joya y la mano, 2315 Que entrambas diamantes son, Si es la mina un corazón Tan firme como tirano; Que cuando forzosa sea Vuestra partida, no soy 2320 Hombre tan vil... DO
Era más bien un ensueño plácido, en el que su cuerpo se dilataba con estiramientos de voluptuosidad y su imaginación corría por los risueños horizontes del optimismo. Las espumas de la cascada eran blancas, vibrando en las facetas de sus diamantes líquidos los colores del iris. El cielo era de tinta rosa, con lejanas músicas y suaves perfumes.
Las buenas mozas sonreían con sus requiebros y se les iban los ojos tras la gruesa cadena de oro del torero y sus grandes diamantes, preseas adquiridas con las primeras ganancias y a crédito de las futuras.
Y allí, ¡qué fiesta tan hermosa! ¡Qué desayuno aquel! ¡El comedor que parecía un jardín! Sobre blanco mantel las garrafas llenas de leche fresca; en fuentes que sólo salían cuando repicaban recio, pasteles, tortas, hojaldres, las bizcotelas del convento de las Teresitas, suaves, esponjadas, porosas, llovidas de azúcar como nieve; vasos y copas que de limpios parecían diamantes.
Espíritu prócer, sensible al poético encanto, que a veces es ritmo y a veces es flor, de tu canto aun queda el recuerdo sonoro en el aire natal; aun vibra y contagia el patriótico ardor de tus versos, y muestra tu limpia versión el claror de los tersos diamantes que enjoyan el "Ultimo adiós" de Rizal. No fué tu exclusiva misión la del canto apolíneo.
Así pensaba mientras se dejaba peinar por su doncella y con las propias manos sujetaba la cruz de diamantes sobre el fondo blanco de aquel ángulo de carne que el cuerpo subido del vestido obscuro dejaba ver.
Pero si estos diamantes fueran falsos... puede ser muy bien... si no lo fueran esa dama debía ser... veamos; examinemos bien esta alhaja. Y Juan Montiño miró de nuevo y de una manera ansiosa el brazalete. Entonces la sangre se heló en sus venas, pasando instantáneamente del frío á la fiebre, como si su sangre se hubiera convertido en la lava de un volcán.
Desde este cerro grande se dirige el rumbo al sur, y á cosa de cinco leguas se encuentra un rio, llamado el Rio Diamante: dicho así porque nace de un cerro negro, pasado de plata; y con muchos diamantes. Mas adelante de este cerro negro, como cosa de cinco leguas, se encuentra otro rio, llamado de San Pedro.
Palabra del Dia
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