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Actualizado: 6 de junio de 2025
He traído para ella telas bordadas del país de los Seras, alfombras de Ctesifón, perlas y diamantes, papagayos y monos de la India, perfumes y oro de Arabia, y chales de Cachemira.
Ella, ella misma lo había jurado; no se sabía para qué era suya, pero lo era...». El Magistral se puso en pie de repente: el tiempo volaba, lo acababa de sentir él como un bofetón; podían estar conspirando los otros con el tiempo y contra él; tal vez estaban juntos ya a aquellas horas.... «¡Infame, infame! y le había ido a enseñar la cruz de diamantes a la capilla... para que viese el traje en que le iba a deshonrar... sí a deshonrar... él era allí el dueño, el esposo, el esposo espiritual... don Víctor no era más que un idiota incapaz de mirar por el honor propio, ni por el ajeno... ¡aquello era la mujer!».
Verdad es que Candido le sacaba muchas ventajas á Martin, porque llevaba la esperanza de ver á su Cunegunda, y Martin no tenia cosa ninguna que esperar: y le quedaba oro y diamantes; de suerte que aunque habia perdido cien carneros grandes cargados de las mayores riquezas de la tierra, y aunque le escarbaba continuamente la bribonada del patron holandés, todavía quando pensaba en lo que aun llevaba en su bolsillo, y hablaba de Cunegunda, con especialidad después de comer, se inclinaba al sistema de Panglós.
Me dijo usted que podía contar con el número 10, inmediato al palco del general, y me ha enviado usted el número 15, que está junto al de la señora D *, a quien no puedo sufrir, y que está sumamente infatuada con sus diamantes.
Muy señor mío añadía don Simón, quitándose los guantes, abriendo las solapas y dando un cigarro al campesino, para lucir tres cosas de un golpe: su rumbo, su cadena y sus diamantes.
Después de adquirir un abanico no pudo resistir a la tentación de comprar un imperdible. ¡Cayó en la cuenta de que le hacía tanta falta!... Incapaz de calcular las mermas de su nada abundante peculio, vio en los Diamantes Americanos ciertos pendientes que, una vez puestos, habrían de parecer como nacidos en sus propias orejas.
"A mí decía otro esta joya, que vale por dos de esas cadenas." "A mí replicaba éste me dió tanto dinero." Y aquél repetía: "Más me ha dado a mí en este solo anillo de diamantes que a todos vosotros juntos."
Bien pronto, no se oyó sino el concierto colosal de quejas, que la mala suerte arrancaba a los perdidosos; los dados quedaron quietos y la voz siniestra se apagó. Tímidamente, acercóse una sombra y echó sobre la mesa algo que brillaba como diamantes. Aquí traigo las lágrimas de mi esposa dijo, tómelas usted el peso y aprecie bien los quilates.
El oro, las perlas, los diamantes, brillaban sobre sus vestiduras. Llevaba pendientes y pulseras de gran valor. Gabriel sonreía pensando en la simpleza religiosa, que viste a los héroes celestiales con arreglo a las modas de la tierra.
Razonte sufre mil importunidades de Aldonza, sobrina de su huésped, pero guarda fidelidad á su Angélica. Carlino busca á un judío para empeñar unos diamantes que su señor ha salvado del naufragio, y de paso intenta convertir al descreído. Los dos náufragos prosiguen su viaje á Madrid; Aldonza se queda desconsolada, aconsejándole Butrago que nunca ofrezca su corazón á gentes principales.
Palabra del Dia
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