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El otro día, al abrir un hueco, los albañiles no le podían meter el pico, Nada, que talmente se rompen las herramientas en este ladrillo recocho que parece un diamante... Pues para concluir... no tengo ganas de conversación.

De paso veremos, en el pabellón de la República del África del Sur, el diamante imperial, que sacaron allá de la tierra, y es el más grande del mundo. Aquí están las tiendas de los soldados, con los fusiles a la puerta. Allí están, graciosas, las casas que los hombres buenos quieren hacer a los trabajadores, para que vean luz los domingos, y descansen en su casita limpia, cuando vienen cansados.

Hubiera necesitado Manolito que el brillo del diamante brasileño y el de todos los de las coronas reales europeas, el de los mares y el de los astros viniera a refugiarse a ellas para quedar enteramente satisfecho.

7 Nuestra Señora de Regla, de D. Ambrosio de Cuenca. 8 Amar por señas, del maestro Tirso de Molina. 9 Las auroras de Sevilla, de tres ingenios. 10 La Cruz de Caravaca, de D. Juan Bautista Diamante. 11 La ventura con el nombre, del maestro Tirso de Molina. 12 La judía de Toledo, de D. Juan Bautista Diamante. 1 El príncipe D. Carlos, del Dr. Juan Pérez de Montalbán.

Los Amores de Aurora: segunda parte del Herrero del convento; un tomo 8.º, de 668 páginas, 2 pesetas. La justicia de los bohemios: tercera parte y última del Herrero del convento; un tomo 8.º, de 567 páginas, 2 pesetas. El Capitán de los penitentes negros; 2 tomos, 2 y 2,50 pesetas. El Diamante del Comendador; un tomo, 1,50 pesetas. =PEREDA.= Sotileza. 1885; un tomo, 4,50 y 5 pesetas.

Como no conocemos más que algunas partes, no toda la serie de la grande y antigua colección de comedias españolas, que lleva el título de Comedias de diferentes autores, y cuya parte XXIX se imprimió en Valencia en 1636, queda firme la presunción de que pueda encontrarse alguna prueba externa de trabajos anteriores de Diamante.

El recuerdo de su tierna novia, pura y riente en la cama de que se había destendido una punta para él, encendía la promesa de una voluptuosidad íntegra, a la que no había robado ni el más pequeño diamante. A la noche siguiente, al llegar a lo de Arrizabalaga, Nébel halló el zaguán oscuro. Después de largo rato, la sirvienta entreabrió la vidriera: No están las señoras.

Ver partir a doña Jacinta era quedarse Adoración sin alma, y Severiana tenía que ponerse seria para hacerla entrar en razón. Aquel día le llevó la dama unas botitas muy lindas, y prometió llevarle otras prendas, pendientes y una sortija con un diamante fino del tamaño de un garbanzo; más grande todavía, del tamaño de una avellana.

Llorente ofrece muchos ejemplos singulares de la severidad, con que celaba la Inquisición las fronteras francesas, y así lo vemos en la historia de Antonio Pérez. Ved sobre este punto el artículo que consagramos á Guillén de Castro y á Diamante.

Al ver a Stein, le propuso que le acompañase; este aceptó, y los dos se pusieron en camino en dirección al lugar. El día estaba tan hermoso, que sólo podía compararse a un diamante de aguas exquisitas, de vivísimo esplendor y cuyo precio no aminora el más pequeño defecto. El alma y el oído reposaban suavemente en medio del silencio profundo de la naturaleza.