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Actualizado: 2 de julio de 2025
Son apenas las 11; hemos marchado más rápidamente que el correo. Nos detenemos un instante en un caserío, donde mi compañero tiene relación, y parlamentamos hasta conseguir un almuerzo que nos evita detenernos en Villeta. ¡Qué apetito aquél!
El mismo Schiller lo descubre con admirable claridad en otra de sus cartas: «La misión del poeta épico es hacer que aparezca toda entera la íntima verdad del asunto: no pinta más que la existencia tranquila de las cosas y el efecto que naturalmente producen: hé aquí por qué, en vez de correr impacientemente hacia el término de la narración, nos place detenernos á cada instante con él». Dejemos, pues, al novelista la libertad de pararse donde lo tenga á bien, como el poeta épico: si siente amor á la claridad y á la medida, clara y armónica será su obra, aunque se distraiga á menudo.
Pareciónos bien a todos lo que decía, y así, sin detenernos más, haciendo él la guía, llegamos al bajel, y, saltando él dentro primero, metió mano a un alfanje, y dijo en morisco: ''Ninguno de vosotros se mueva de aquí, si no quiere que le cueste la vida''. Ya, a este tiempo, habían entrado dentro casi todos los cristianos.
La tercera jornada que emprendemos como siempre, a las ocho de la mañana, habiéndonos dado cita para las seis, será, también muy corta, pues pensamos detenernos en Villeta, adonde llegaremos a las tres de la tarde.
Los males de este sistema de gobierno se han expuesto frecuentemente con los más negros colores, y su influjo mortífero se muestra demasiado claramente en la decadencia posterior del país, para detenernos en este punto más tiempo, no obstante la necesidad imprescindible, para todo hombre imparcial, de no dejarse arrastrar por esas exageradas descripciones.
Sacamos los vientres, recogimos la sangre, y a puros jergones los medio chamuscamos en el corral; de suerte, que cuando vinieron los amos, ya estaba hecho, aunque mal, si no eran los vientres, que no estaban acabadas de hacer las morcillas; y no por falta de prisa, que, en verdad, que por no detenernos las habíamos dejado la mitad de lo que ellas tenían dentro.
Habíamos llegado casi a la entrada de Belgrano, cuando mi tío dio orden al cochero que se detuviese junto a un pequeño rancho, en que jugueteaban tres o cuatro niños. Al detenernos, los niños se acercaron al carruaje y en la puerta del rancho aparecieron una mujer y un hombre, jóvenes ambos, que saludaron amistosamente a Alejandro que manejaba el coche, como si ya lo conociesen de antemano.
En dos horas llegamos á la villa de Thun, asentada graciosamente sobre las márgenes del Aar al pié de una montaña ó colosal peñasco que tiene el mas romántico aspecto. No era nuestro ánimo detenernos en Thun, villa que cuenta mas de nueve siglos de existencia, y que no carece de interes por las excursiones á que convidan sus cercanías.
Una mañana estaba Varmen en el patio, lavando en una media tinaja empotrada en un poyo adherente al pozo: á su lado estaban jugando sus hermanas y los hijos del manijero. Varmen no prestaba atención ni á sus juegos ni á lo que decían: en cuanto á nosotros, no podemos pasar cerca de un grupo de niños sin detenernos para observarlos.
Si no tememos á pesar de la lluvia y el viento huracanado, detenernos en la orilla, protegidos por el pobre abrigo que ofrece el tronco de un sauce, veremos con cuánta rapidez puede aumentar el caudal del arroyo, cómo se aumenta la velocidad de su corriente, llena su cauce hasta los bordes y, salvando las orillas, inunda los campos cultivados.
Palabra del Dia
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