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Actualizado: 24 de julio de 2025


El silencio más absoluto reinó un momento, y después una misteriosa voz lanzó desde el camino este consejo: Prueba en casa de Magdalena. Al dar el vehículo una brusca vuelta, alcanzamos a vislumbrar los caballos delanteros, y luego un jinete que se desvanecía en la bruma. Indudablemente, emprendíamos el camino de la casa de Magdalena. ¿Quién era y dónde estaba Magdalena?

Pero cuando se está frente al Salto, viviendo en su atmósfera, contemplando su grandeza soberbia, se comprende que la cantidad de valor necesaria para pegarse un tiro o hundirse un puñal en el corazón, es un átomo insignificante, al lado de la resolución soberbia e impasible que animaba a Manfredo en la cumbre del Jung-Frau y que se desvanecía ante la grandiosa serenidad de la muerte bajo esa forma.

Mientras la ayudaba yo y la arreglaba las almohadas para que se recostara sobre ellas, se cruzaron algunas palabras entre nosotras. Después me dijo que se encontraba muy bien así: no se le desvanecía la cabeza ni le molestaba la luz. De aquí tomé yo pie para comenzar lo que intentaba.

Nada absolutamente. Aquel descubrimiento fatal rasgaba el velo de la credulidad, desvanecía el optimismo del cariño; la madre aparecía a los ojos del hijo tal como era, con toda su fealdad moral; y Juanito pensaba con rabia en su antiguo ídolo como el devoto que pierde la fe, y en la imagen milagrosa que antes le arrancaba lágrimas de emoción ve sólo un miserable leño. ¿Por qué había nacido del vientre de aquella mujer? ¿No podía tener una madre como lo son todas?

De sus armarios salían las ropas para los pobres; de su despensa los comestibles para los desvalidos; de sus trojes el grano para los labradores arruinados; costeaba médico y botica; por su precepto, iban los niños a la escuela; con su prudencia enfrenaba discordias, desvanecía rencores, y añadiendo a la limosna que puede dar el rico la compasión que solo siente el bueno, siempre y para todos, tenía piedad en el corazón y consuelo en los labios.

Le acompañaron hasta la meseta de Marchamalo, y de nuevo fueron a enroscarse bajo las arcadas, reanudando su dormitar receloso que se desvanecía al menor ruido. Rafael se detuvo un momento en la plazoleta, para reponerse de este encuentro. Se arregló la manta sobre los hombros y cerró la navaja que había sacado para hacer frente a las hurañas bestias.

«.....Puesto en la jaquilla, apenas dió tres ó cuatro pasos cuando comenzó á dar voces que le bajasen, que se desvanecía, y como iba rodeado de sus criados, le quitaron luego, y desde entonces nunca más se puso en cabalgadura alguna

Pasó Gallardo ante el cuarto que ocupaba Garabato, y vio a su criado por la puerta entreabierta, entre maletas y cajas, preparando el traje para la corrida. Al encontrarse solo en su pieza, sintió que se desvanecía instantáneamente la alegre excitación causada por la avalancha de admiradores.

El duque leyó aquella carta. En ella, por instigación del padre Aliaga, como dijimos en su lugar, la madre Misericordia desvanecía todas las sospechas del duque acerca del género del conocimiento que podía existir entre su hija y Quevedo. Pero como el duque sabía ya por su misma hija que era amante del tremendo poeta, no pudo menos de fruncir el gesto.

La misma dificultad con los colores que con las palabras. Cuanto más trabajaba para dar relieve a las formas de su pensamiento, más le desvanecía y le ahogaba entre la balumba de las frases huecas o de los colores resobados. Esto no era ser artista.

Palabra del Dia

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