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Actualizado: 5 de julio de 2025


Los jugadores seguían en sus alternativas de silencio y ruidosos altercados. El P. Gil quedó mudo y pensativo, impresionado con lo que acababa de oír y decir. La figura de Montesinos, a quien no había visto más de tres o cuatro veces en su vida, y eso de lejos, flotaba en su imaginación despertando en él viva curiosidad.

Una noche observó Salvador que daba el enfermo un gran suspiro, y despertando acongojadísimo parecía reconocer la realidad de las cosas, medio seguro de espantar las embusteras percepciones del sueño. Es todo mentira, Sr. D. Benigno le dijo Monsalud riendo . Ánimo. ¡Ay, Dios mío! ¡qué sueño! exclamó el de Boteros . Todavía me duran la angustia y el mortal frío que sentí.

Posible es, por más que a no me apesadumbre, que los personajes principales que en esta historia figuran a nadie interesen; pero como yo he tenido que tratar con ellos y que describir sus caracteres, les he cobrado bastante afición, despertando en mi alma curioso interés la situación y término en que hoy se hallan.

En dolorosa incertidumbre pasó la noche, despertando a cada instante al aguijonazo de su idea candente y aguda. El cuerpo dormía y la idea velaba. No podía la esposa mirar sin envidia la dulce paz de aquella conciencia que a su lado yacía. El dormir de D. Francisco era como el de un mozo de cuerda que ha tenido mucho trabajo durante el día y que al cerrar los ojos se quita de encima también todas las cargas del espíritu. ¡Dichoso hombre!

Con la puntualidad de un cronómetro se despertaba a media noche, a las tres y a las seis, agitaba los brazos, a modo de alas, y gritaba imitando al gallo y despertando a los otros enfermos. Ahora no se despertó nadie. El enfermo que se imaginaba ser un gallo se durmió de nuevo. Todo quedó otra vez tranquilo.

Semejante medida produjo grande alarma entre todos los iniciados, despertando en sus ánimos el temor de verse denunciados unos á otros, y corrieron de tropel á ponerse en manos de las autoridades, con la inocente credulidad de hombres novicios en el arte de conspirar. Pronto las cárceles se vieron atestadas de venezolanos honrados y laboriosos.

El sosiego melancólico con que el mar se despedía de la luz causó en Marta impresión profunda. Con la cabeza inclinada sobre el agua y los ojos extáticos contemplaba los más leves matices que la luz iba despertando en ella y atendía a todos los rumores que sonaban en lo profundo. El sol se sumergió enteramente. El océano dejó escapar un sollozo inmenso, colosal.

Una parte del tiempo, no poca en honor de la verdad, la pasaban dormidos en sus rincones acostumbrados, con las sillas reclinadas contra la pared, despertando sin embargo una ó dos veces al mediodía para aburrirse mutuamente refiriéndose, por la milésima vez, sus viejas historias marítimas y sus chistes ó enmohecidas jocosidades que ya todos se sabían de memoria.

Su risa numerosa, loca, inesperada, voló como un enjambre de mirlos, despertando los ecos a través de los árboles. El viento levantaba su faldellín de un modo inolvidable. Hablábanse cada vez más trémulos y ajenos a mismos. Un decir fútil aventaba los pensamientos. El, envolviéndola en su orgullosa mirada, soñaba en la dicha de poseer como dueño absoluto aquella deliciosa existencia.

Sir Carlos está conforme con mi suposición de que usted ha sido herido con uno de esos pequeños y antiguos puñales con hojas perforadas, que tanto se usaron en Italia durante el siglo XV. ¡En Italia! grité, despertando en al solo nombre de ese país la sospecha de que el atentado debía haber sido cometido por Dawson o por su íntimo amigo, el monje de Lucca.

Palabra del Dia

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