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Asiola ligeramente, envolviéndola con su pañuelo. La encargó que viniera temprano a la mañana siguiente y la acompañó parte del camino dándole las buenas noches. La luna iluminaba brillantemente ante ellos el estrecho camino.

Ya lo oyes, Pedro... La condesa no necesita tu vida por ahora... Puedes marcharte sin temor. Pedro comprendió que tenía razón; pero no hubiera cedido á no encontrarse con los ojos suplicantes de su amada. Al fin, posando los suyos sobre ella, y envolviéndola en una mirada grave y tierna, le dijo con acento enérgico: Hasta luego.

Por debajo de la estrella más hermosa de la cruz se ven las estrellas? y? del Centauro notable la primera por ser doble, esto es, por constituir un sistema de dos soles que giran uno alrededor de otro, y también por ser, entre todas las estrellas conocidas, la más inmediata á nuestro sistema. El Centauro se extiende al oriente y al norte de la Cruz del Sur, envolviéndola casi enteramente.

Las posesiones de España en los Países Bajos se habían disminuído de tal manera, que, para regirlas y sostenerlas, hacían falta sumas más cuantiosas que las que producían; las vastas provincias del Nuevo Mundo destacaban, á la verdad, sus rayos sobre la Corona de Castilla, envolviéndola en una aureola de aparente poderío, no de acuerdo con su utilidad real, porque, á causa de su organización defectuosa, estaban hacía tiempo en manos de aventureros y de gobernadores poco fieles; y la guerra sistemática, que, en los mares de América, hacían á España, Inglaterra, Holanda y Francia, absorbía por completo todas sus rentas.

El verro, viéndose aplaudido, extremaba los movimientos y contorsiones, persiguiendo a su pareja, saliéndola al paso, envolviéndola en la complicada red de sus movimientos, mientras Margalida giraba y giraba con la vista baja, evitando el encuentro de sus ojos con los del temible galán.

El duque entregó disimuladamente una bolsa de monedas de oro a María, y esta, envolviéndola en su pañuelo, las arrojó a la plaza. Al hacer Pepe Vera una nueva demostración de agradecimiento, las miradas de sus ojos negros se cruzaron con las de María.

No se presenta tan clara esta verdad con respecto al olor y al sonido; porque si bien es cierto que en nosotros estas sensaciones no se separan de la idea de extension, envolviéndola siempre de un modo ú otro, no obstante queda todavía por saber lo que sucederia á quien estuviese privado de todos los sentidos, excepto el oido y el olfato.

De lo que podía envanecerse era del pelo, tan rubio, fino y abundante, tanto y tan largo, que sentada para peinarse le llegaba al suelo, envolviéndola en un manto de oro.

Su risa numerosa, loca, inesperada, voló como un enjambre de mirlos, despertando los ecos a través de los árboles. El viento levantaba su faldellín de un modo inolvidable. Hablábanse cada vez más trémulos y ajenos a mismos. Un decir fútil aventaba los pensamientos. El, envolviéndola en su orgullosa mirada, soñaba en la dicha de poseer como dueño absoluto aquella deliciosa existencia.