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Actualizado: 29 de junio de 2025


La duquesa de Gandía estaba esperando al duque. ¡Oh vos, quien quiera que seais...! exclamó la duquesa es necesario que me salvéis... vos que me habéis perdido... temo la mirada de todos... mi mejillas empalidecen; ¡oh Dios mio! creo que todos conocen mi deshonra.

¿Usted? ¡Nada! dijo Jacobo fríamente. Otro hombre temería la deshonra. ¡Me insulta usted! exclamó Sorege lívido. Había dicho á usted que no insistiera, continuó Jacobo con calma. Nada tiene usted que ganar en ello y me asombra su tenacidad. Creí á usted más hábil. Pero en vista de que usted quiere que se digan las palabras decisivas, va á ser complacido.

Yo no supe más amores Que los que a tu boca : Si sabes más, más me di; Y si mayores, mayores; Que esa en quien es bien que quepa Tu alma, y que ansí la nombres, Aprendidos de otros hombres, No es mucho que muchos sepa. Levántese. Vete, pues, tirano injusto, Con tu gusto y mi deshonra, Que es mejor quedar sin honra Que casada con disgusto. Y yo me sabré matar.

Basta callar. La Sibila del Oriente. Primero soy yo. El secreto á voces. La desdicha de la voz. El pintor de su deshonra. La cisma de Ingalaterra. Los cabellos de Absalón. Las cadenas del demonio. Las armas de la hermosura. La señora y la criada. Nadie fie sus secretos. Céfalo y Proclis. El castillo de Lindabridis. San Francisco de Borja. Bien vengas, mal, si vienes solo.

Otras veces, embriagándose de esperanzas, acariciaba proyectos, y soñando juntamente con lo porvenir y lo pasado, le parecía que las lágrimas que le resbalaban desde las mejillas a los labios, tenían el sabor dulcísimo de los besos perdidos. ¡La deshonra! ¿Qué le importaba? ¿Ni a qué echar de menos el encanto de la doncellez jamás había de sentir no poder ofrecérselo a otro hombre?... ¡Qué días tan largos! ¡Qué noches tan tristes!

Los que poseía, siempre que salía a la calle a pie, se entregaban, mira a un lado, mira otro, a un trabajo abrumador superior a sus fuerzas. Pero con el tiempo, había ido adquiriendo alguna confianza. Valentina no salía apenas de casa. En romerías y bailes, después de su deshonra, no la había visto nadie.

»Todo Madrid lo sabe y sin duda lo dice. Yo seguiría ignorándolo, si una delación anónima no hubiese venido a dar luz a mi entendimiento. »Era una deshonra. Pasaba yo por un marido sufrido y consentido. Me alegraría de seguir en el engaño y de ser el ludibrio de las gentes con tal de no perder la fe en ella, con tal de creer que me ama todavía.

Y más, que no tendré a deshonra la tal caballería, porque me acuerdo haber leído que aquel buen viejo Sileno, ayo y pedagogo del alegre dios de la risa, cuando entró en la ciudad de las cien puertas iba, muy a su placer, caballero sobre un muy hermoso asno.

Al lado de estas cualidades, se nota también, con arreglo á las ideas de la época, que se ensalza la sed inextinguible de venganza, poco escrupulosa en la elección de los medios, y que se sostiene el principio de borrar con sangre del ofensor la deshonra sufrida por su causa.

La escena aquella no carecía de esa cierta solemnidad pavorosa que producirá siempre el espectáculo de la culpa y la vergüenza en uno de nuestros semejantes, mientras la sociedad no se haya corrompido lo bastante para que le haga reir en vez de estremecerse. Los que presenciaban la deshonra de Ester Prynne no se encontraban en ese caso.

Palabra del Dia

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