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Actualizado: 18 de junio de 2025
Era el martes de carnaval. Nébel acababa de entrar en el corso, ya al oscurecer, y mientras deshacía un paquete de serpentinas, miró al carruaje de delante. Extrañado de una cara que no había visto la tarde anterior, preguntó a sus compañeros: ¿Quién es? No parece fea. ¡Un demonio! Es lindísima. Creo que sobrina, o cosa así, del doctor Arrizabalaga. Llegó ayer, me parece...
Además, que si no hubiera sido por ti, se habría quedado cojo para toda la vida. En este momento entró el duque y, cortando el hilo a los desahogos de agradecimiento en que Stein se deshacía, le dijo a su mujer: Vengo a pediros un favor: ¿me lo negaréis, María? ¿Qué es lo que podremos negaros? se apresuró a contestar Stein.
Y no obstante, todas las madrugadas, al romper el alba, Febrer, siguiendo los corredores del antiguo convento, regresaba a su cuarto, deshacía la cama para que no sospechasen los sirvientes y se asomaba al balcón. Cantaban los pájaros en un jardín de altos rosales situado a sus pies. Más allá, el lago de Constanza se coloreaba de púrpura con la salida del sol.
Pero llegaba la ronda y el racimo de pillos se deshacía, cada cual corría por su lado. La ronda la presidía el señor Magistral, de roquete y capa de coro; en las manos, cruzadas sobre el vientre, llevaba el bonete; a derecha e izquierda, como dándole guardia caminaban con paso solemne acólitos con sendas hachas de cera. La ronda daba vueltas por el trascoro, las naves y el trasaltar.
«Todos los caminos debían florecer, Porque la hermosa novia iba a salir; Debían florecer, florecer y granar, Porque la hermosa novia iba a pasar.» ¿Cómo terminaba? No me acuerdo. ¡Ah! ¡sí! «Todos los caminos debían gemir, Porque la hermosa muerta iba a salir; Debían gemir, debían llorar. Porque la hermosa muerta iba a pasar.» La duquesa se deshacía en lágrimas.
Todo lo hallaba sabrosísimo: hablaba por los codos; cubría de atenciones y finezas a su esposa. Estaba como loco; formaba proyectos descabellados; perdonaba a todo el mundo y se deshacía en elogios de su suegra. ¿Sabes lo que te digo, Carlota? Que quiero a tu madre como si fuese la mía, y que me alegraría que viniese un día a comer con nosotros.
Después de arreglarse volvió a mirar la plaza, entretenida en ver cómo se deshacía el mágico encanto de la nieve; cómo se abrían surcos en la blancura de los techos; cómo se sacudían los pinos su desusada vestimenta; cómo, en fin, en el cuerpo del Rey y en el del caballo, se desleían los copos y chorreaba la humedad por el bronce abajo.
Ryp, van Stein y los moros se pusieron a cavar furiosamente, mientras nosotros nos alejábamos corriendo por la orilla del río. Llegamos rendidos cerca del mar, y nos encontramos en un arenal inmenso, formado por dunas que el viento levantaba y deshacía. Nos guarecimos los dos en una grieta de la arena y estuvimos así escondidos horas y horas, con el oído atento.
Y usted, Asunción, a quien sin duda debo haber ofendido, según el encono con que me mira, adiós también. La infeliz se deshacía en lágrimas. Había solicitado de usted el último favor, una entrevista para despedirme de la que tanto he amado, pero no espero conseguirlo.
Cuando el furioso corcel quedaba rendido y jadeante, nuestro colegial veía a menudo deslizarse por el rostro de su padre una lágrima abultada que se deshacía al llegar al bigote, después de lo cual, el bravo brigadier apretaba a su hijo contra el pecho hasta descoyuntarlo, murmurándole al oído palabras amorosas.
Palabra del Dia
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