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Actualizado: 8 de junio de 2025
En la primavera me produce una gran alegria; en el otoño, una gran tristeza; pero una tristeza tan extraña, que me parece que sería muy desgraciado si no la sintiera alguna vez.
Experimenta casi la dolorosa opresión que paralizó su corazón y anudó su garganta a su entrada en el salón profusamente iluminado. Muchos niños están ahí acompañados de sus madres o de sus padres; él está solo y se siente pequeño, triste, desgraciado.
¡Qué desgraciado será el Abelardo de esa Eloísa! dijo Rafael al verla salir. María, además de su hermosa voz y de su excelente método, tenía, como hija del pueblo, la ciencia infusa de los cantos andaluces, y aquella gracia que no puede comprender y de que no puede gozar un extranjero, sino después de una larga residencia en España y sólo identificándose, por decirlo así, con la índole nacional.
Juan se dejó caer en un sillón junto a la chimenea, y permaneció allí abrumado. El anciano sacerdote lo miraba. ¡Verte tan desgraciado, pobre hijo mío! Que un dolor semejante caiga sobre ti... Es demasiado cruel, demasiado injusto... En este momento llamaron suavemente a la puerta. ¡Ah! no tengas cuidado, Juan... no dejaré entrar.
¡Qué mal hacéis en hablar contra vuestra convicción; bien sabéis que se ama en la vida y que el amor es una cosa encantadora! Ese es un asunto que no atañe a las jóvenes, Reina, y no debéis hablar de él. ¿Qué no atañe a las jóvenes? ¡Y son ellas las que aman y son amadas! Desgraciado de mi exclamó el cura, que tengo que habérmelas con semejante cabeza.
He vendido hasta mi sepultura por no tener sobre qué caer muerto; que la hacienda de mi padre Toribio Rodríguez Vallejo Gómez de Ampuero que todos estos nombres tenía se perdió en una fianza; sólo el don me ha quedado por vender, y soy tan desgraciado, que no hallo nadie con necesidad de él, pues quien no le tiene por ante, le tiene por postre, como el remendón, azadón, podón, baldón, bordón y otros así."
Volvió a gemir, a llevarse el delantal a los ojos, pero sin moverse, sin acceder a las súplicas de su nieto. ¡Desgraciado! murmuraba . ¡Eres muy desgraciado!... Y toda la culpa la tuvo tu madre, por su empeño en huir del barrio... ¡Cuánto mejor hubiese sido para todos seguir en el oficio!
He allí ese ser que se venga del hombre, extraviándole y degradándole, de la degradante posición del débil, a que el egoísmo del hombre le ha relegado. Ved la corrupción arrastrándose por los salones, coronada de rosas.» Yo era indudablemente injusto. ¿Pero qué desgraciado no lo es? Yo había nacido para amar, y del amor sólo había encontrado la fórmula, la frase.
Lugares hay en que la población se alimenta exclusivamente de miel silvestre y de algarroba, como de langostas San Juan en el desierto. El llanista es el único que ignora que es el ser más desgraciado, más miserable y más bárbaro, y gracias a esto vive contento y feliz cuando el hambre no lo acosa.
Y yo venía triste, recordando las Navidades pasadas en mi infancia y en mi juventud, y sintiéndome desgraciado por verme en estas montañas solo con mis recuerdos! ¿Qué valen aquellas fiestas de mi niñez, sólo gratas por la alegría tradicional y por la presencia de la familia? ¿Qué valen los profanos regocijos de la gran ciudad, que no dejan en el espíritu sino una pasajera impresión de placer? ¿Qué vale todo eso en comparación de la inmensa dicha de encontrar la virtud cristiana, la buena, la santa, la modesta, la práctica, la fecunda en beneficios?
Palabra del Dia
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