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Todo estaba dispuesto a bordo de El Gavilán: el capitán del desgraciado San Pablo, creyendo que el brick de Kernok era un navío de guerra, sin dejar de gemir por la desgracia ocurrida a bordo, izó el pabellón inglés, esperando ponerse así bajo su protección.

Hay que tenerle lástima. ¡Lástima, cuando es un sinvergüenza, un perdido, que deshonra a la familia! Un desgraciado, más bien, mamá replicó dulcemente la niña. Misia Gregoria se sentó.

Continuamente le atormenta la idea de que no le planchan los cuellos á la francesa, y la de que no toquen los barcos de las mensajerías en Manila. La probabilidad de tenerse que ir en un barco español y el ponerse un cuello planchado con morisqueta le hacen completamente desgraciado.

El doctor me lo ha escrito esta mañana. Soy muy desgraciado, Honorina, y debería usted tener piedad de . ¡Ah! ¡es usted desgraciado! ¡y la duquesa también es muy desgraciada! ¡Y la vieja Villanera debe de llorar lágrimas negras sobre sus mejillas bronceadas!

No hay destino más espantoso que el de un desgraciado que oye afirmar violentamente su culpabilidad, que oye probarla, á quien se arroja en un calabozo y se pone en incomunicación, y que al oirse insultar en el despacho del juez de instrucción y en el banquillo, sufre en público la agonía moral y física del más atroz martirio y repite á los demás y á si mismo hasta volverse loco: ¡Soy inocente!

El trato de la sociedad, acompañado de la conveniente observacion, rectifica muchos juicios que se habian formado lijeramente sobre las causas de la buena ó mala fortuna que cabe á diferentes personas. ¿Cuál es el desgraciado, que lo sea por su culpa, si nos atenemos á lo que nos dice él? ninguno, ó casi ninguno.

Y la carta no parecía, y su terror crecía. Por la primera vez de su vida blasfemó. Por la primera vez de su vida se creyó el más desgraciado de los hombres. Y por la primera vez se olvidó de su cocina. Esto era lo más grave que podía acontecer á un hombre como el cocinero mayor. Volvió de nuevo á su inútil pesquisa.

La batalla del 10 de marzo entre los soldados de Angereau y los del general austriaco Bianchi, a las puertas de la población, se observa con todas sus peripecias en el hogar desgraciado de la atribulada madre que tiembla por la vida de su familia.

Señor, en nombre del Cielo, piense que el desgraciado espera la muerte... LA MULTITUD. ¡Viva el alcalde! ¡viva el rey absoluto! EL ALCALDE. Ya has oído, obra. EL GITANO. ¡Por fin! EL VERDUGO. ¡No, señor! EL ALCALDE. ¡Cómo! EL VERDUGO. Me han hecho venir de Córdoba para dar garrote al reo, pero no para cortarle la mano.

Deseo perdonar y que me perdonen.... Eso de darse las manos con cien leguas de por medio no está en mis libros.... ¡Qué matrimonio tan desgraciado, D. Benigno! Dios quiera que el cólera no separe más a marido y mujer. ¡Señora, por amor de Dios!... No crea usted que es mala intención. Es lo contrario.... Les deseo toda clase de felicidades.