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Estas imaginaciones fueron labrando en su cerebro una decisión que al cabo formuló por escrito en carta a su madrastra: escribiole sin decir nada a Julia suplicándole le concediese una entrevista «para tratar de asuntos que a ella y a su hija interesaban muchoLa carta, aunque seria, era afectuosa y dejaba traslucir intentos generosos y deseos vivos de reconciliación.

Dibujaba, como siempre, caprichos caligráficos con remates de la fauna y la flora del arabesco más fantástico. Sentía el alma, después del cambiazo que a sus deseos acababan de dar las circunstancias, llena de música; no le cantaban los oídos, le cantaba el corazón.

De propio, y con asiduo trabajo, se había ido creando una numerosa clientela de abogado, en cuya engañosa profesión, entre nosotros perniciosamente esparcida, le hicieron entrar, más que su voluntad, dada a más activas y generosas labores, los deseos de su padre, que en la defensa de casos limpios de comercio había acrecentado el haber que aportó al matrimonio su esposa.

No hay nada más dulce, me decía, que poder, después de grandes contrariedades y largos años de destierro y de dolor, transportarse con el pensamiento a los días tan puros de la feliz infancia; que volver a ver los lugares que han sido el teatro de nuestros primeros juegos, de nuestros primeros trabajos y de nuestros primeros éxitos, las perspectivas en que hemos empleado nuestros primeros lápices, el techo natal y los dominios hereditarios; que reconocer el campo que nuestro padre ha deslindado, el árbol cuya sombra tanto amaba, su arado, el rústico hogar y el lecho de paz desde el cual nos bendijo. ¡Se acuerda uno con tanta emoción de aquel tiempo, rico en ignorancia y en sencillez, en que una mediocridad laboriosa limitaba nuestros deseos y un estrecho horizonte nuestro universo! ¡Hemos tantas veces deseado reunir a nuestro alrededor a todos los que han hecho con nosotros el aprendizaje de la vida y esperamos tantos goces de la evocación de aquellos recuerdos!

Respetaban a Maltrana, temiendo que a última hora resultase el amo de todo. Algunos hasta le iniciaron sus deseos de apropiarse de ciertos muebles de la difunta.

El Nacional insistía en sus creencias. El toreo era arte de otros tiempos, oficio de bárbaros, pero también tenía sus hombres dignos de iguales consideraciones que los demás. ¿Y de dónde sacas eso de reaccionario? dijo el doctor . eres una buena persona, Nacional, con los mejores deseos del mundo, pero también eres un ignorante. Eso exclamó don José , eso es la verdad.

Es una debilidad disculpable, y más en el caso de Felicita, que, aunque acecinada, ama, la aman, pero no se le logra la satisfacción de sus deseos. Angustias iba a cada paso de visita a casa de la solterona, y, si no iba, la solterona enviaba a buscarla. Es público en la calle. Tu hijo iba de visita a casa de la solterona. ¿Tampoco sabías eso? Negativa muda. Pues, átame esos cabos.

En honor de la verdad, sin embargo, conviene advertir que el triunfo del Casino no ha sido cosa muy fácil. La Naturaleza ha hecho esfuerzos prodigiosos. A veces ha organizado días espléndidos, con una temperatura deliciosa y una luz ideal. Los más amigos del Casino sentían entonces deseos de pasarse al otro bando.

Para satisfacer los deseos de las compañías de comediantes, cuyo número iba siempre en aumento, alquilaron las cofradías de la Pasión y de la Soledad otros dos corrales, uno de los cuales pertenecía á la viuda de Valdivieso, y el otro, sito en la calle del Lobo, á Cristóbal de la Puente.

Trataba don Manuel de descortezar a don Pedro; y no sólo fue trabajo perdido, sino contraproducente, pues recrudeció su soberbia y le infundió mayores deseos de emanciparse de todo yugo.