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Actualizado: 10 de junio de 2025
Penetré algunos pasos en el interior de aquel alegre aposento y me detuve ante un espectáculo que no descubrí a primera vista. Dando la espalda a la puerta por donde yo acababa de entrar, vi a un hombre recostado en un canapé. Levantose, sin darse cuenta de mi presencia, y se dirigió bruscamente a una de las ventanas.
Aun cuando no tenía dirección ni firma, y estaba escrita con un carácter de letra pesado y falto de educación, era, evidentemente, la carta de un toscano, pues descubrí en ella cierta ortografía fonética, que es puramente florentina. La extraña comunicación decía lo siguiente: «Su carta me llegó esta mañana. Lo acompaña la niña, y es evidente que algo saben. Por lo tanto, tenga mucho cuidado.
A esto dijo la duquesa: -Sancho amigo, mirad lo que decís, que, a lo que parece, vos no vistes la tierra, sino los hombres que andaban sobre ella; y está claro que si la tierra os pareció como un grano de mostaza, y cada hombre como una avellana, un hombre solo había de cubrir toda la tierra. -Así es verdad -respondió Sancho-, pero, con todo eso, la descubrí por un ladito, y la vi toda.
Permanecimos un momento inmóviles, contemplándonos. Después me descubrí y saludé respetuosamente. El Rey recobró entonces el uso de la palabra y preguntó con extrañeza: Coronel, Federico ¿quién es este caballero? Iba yo a contestar, cuando el coronel Sarto se interpuso y empezó a hablar al rey en voz baja, con su tono gruñón.
Prosiguiendo el viage se pasa por la embocadora de dos inmensos lagos que están á la derecha, y bien pronto se presenta la boca de un grande rio llamado Securi, que baja de la cordillera de Yuracáres: este rio, tan ancho como el Mamoré, y cuyo álveo es mucho mas encajonado, fué el que descubrí al abrir el nuevo camino de Cochabamba para Moxos.
La campana de la aldea sonaba festiva, y el viento matinal, fresco e impetuoso, traía hasta allí las mil voces de los templos villaverdinos; música incomparable que repetida por los ecos parecía el canto de los valles y de los bosques. A poco descubrí el caserio, las torres y las cúpulas en cuyos azulejos centelleaba el sol. Media hora después estaba yo al lado de mis tías.
A lo que don Quijote respondió: -Como todas estas cosas y estos tales sucesos van fuera del orden natural, no es mucho que Sancho diga lo que dice. De mí sé decir que ni me descubrí por alto ni por bajo, ni vi el cielo ni la tierra, ni la mar ni las arenas.
Nadie lo sabe más que yo, porque en apariencia es una florecita humilde que vive casi a escondidas dentro del jardín. Yo la descubrí y encontré en ella lo que hombre alguno no supo encontrar.
Esta ventana era muy baja, pero yo era tan chica, que para mirar hacia adentro de la habitación tuve que subirme a un tronco de árbol que coloqué contra el muro a modo de banco. Pasé la cabeza con toda precaución por entre medio de la yedra, que formaba espeso marco a la ventana, y descubrí a mi cura. Estaba en la mesa y comía con aire triste.
Me descubrí y saludé profundamente. La Princesa tenía puesta una blanca bata y llevaba suelta la hermosa cabellera. Contestó a mi saludo enviándome un beso y dijo: Sube con el Rey, Elga. Le ofreceré siquiera una taza de café. La Condesa me miró de soslayo sonriéndose y me precedió hasta la habitación donde esperaba Flavia.
Palabra del Dia
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