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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Consulté mi reloj: eran cerca de las dos... Oía a la distancia los sonidos de un piano y el rítmico rozar de los danzantes... ¡Mis bodas! Me alisé el pelo, me ajusté la corbata, y, francamente, mi más grande satisfacción habría sido irme a tenderme en mi vieja cama y subirme la cobija hasta las orejas, en lugar de... ¡Brrr! En fin, ¿qué hacer? Me dirigí, pues, a los salones.
Esta ventana era muy baja, pero yo era tan chica, que para mirar hacia adentro de la habitación tuve que subirme a un tronco de árbol que coloqué contra el muro a modo de banco. Pasé la cabeza con toda precaución por entre medio de la yedra, que formaba espeso marco a la ventana, y descubrí a mi cura. Estaba en la mesa y comía con aire triste.
Que no tengo de acertar a volver a este lugar donde agora le dejo, según está de escondido. -Toma bien las señas, que yo procuraré no apartarme destos contornos -dijo don Quijote-, y aun tendré cuidado de subirme por estos más altos riscos, por ver si te descubro cuando vuelvas.
Del Parnaso á 22. de Julio, el dia que me calzo las espuelas para subirme sobre la Canicula, 1614. Servidor de Vm. Apolo Lucido En acabando la Carta, vi que en un papel aparte venia escrito. PRIVILEGIOS, ORDENANZAS, y advertencias, que Apolo envia á los poetas Españoles. Es el primero, que algunos poetas sean conocidos tanto por el desaliño de sus personas, como por la fama de sus versos.
Yo recuerdo que tu madre me agasajaba mucho cuando yo, jugando contigo y con otros chicuelos, me metía en el patio de tu casa. Me abrazaba, me besaba y me ponía sobre sus rodillas; pero yo me desasía de sus brazos para correr y subirme a un montón de vigas.... ¿No había un montón de vigas en el patio? Sí, sí. ¿Y no tenía tu madre muchas gallinas? Sí.
Con el propósito firme de subirme a él cuando el casco acabara de hundirse, miré aquel árbol orgulloso en que flotaban trozos de cabos y harapos de velas, y que resistía, coloso desgreñado por la desesperación, pidiendo al cielo misericordia. Marcial se dejó caer en la cubierta, y luego dijo: «Ya no hay esperanza, Gabrielillo. Ni ellos querrán volver, ni la mar les dejaría si lo intentaran.
Palabra del Dia
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