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Díjeme, sin embargo, que la visita era a todas luces conveniente; y Tarlein la aprobó con gran entusiasmo, que no dejó de sorprenderme algo, hasta que descubrí que él también tenía sus motivos para querer visitar el palacio de Su Alteza, cuya dama de honor, la condesa Elga, era la dama de sus pensamientos.

Nada más supe de Ruperto por entonces, porque al arrojarse él al foso asomó por la puerta inmediata a el aguzado rostro de De Gautet. Sin vacilar un momento levanté la espada, le descargué un golpe con toda la fuerza que Dios me ha dado y cayo muerto: ni una palabra, ni un gemido. Por fin descubrí las llaves.

En el bolsillo de una pequeña cartera de apuntes, que formaba parte de lo que había en la maleta, descubrí varias cartas, todas las cuales examiné y vi que no eran de importancia, salvo una, sucia y mal escrita en incorrecto italiano, que contenía algunas frases que despertaron mi curiosidad.

Ese día, examinando unas cartas halladas en la escribanía, descubrí el origen de mi tía. Era un arma contra ella, y resolví no tardar en usarla. Al día siguiente, en el almuerzo, estuvo de muy mal humor.

Y tenía una herencia, un legadillo.... ¡Maldito catacaldos! Esa es la vida, don Gil.... Hay que conformarse. Tenía un legadillo.... Yo lo descubrí en la covachuela. Conque diga usted: ¿dónde podré encontrar á mi tío? Yo ... si he de decir á usted la verdad prosiguió el abate, abstraído por su desgracia, no lo siento por ella, porque al fin y al cabo ... pero tenía un legadillo....

La descubrí como hace quince días en las varas de un carro. Una vez que toma bien el trote, es capaz de andar cuatro leguas por hora, y siempre os lleva las riendas tirantes, no afloja. ¡Mirad, mirad cómo tira, cómo tira!... ¡Vamos despacio, despacio!... No estamos de prisa, ¿no es verdad, señor cura? ¿Queréis entrar en el bosque?

Encerrados ambos, muy picado de la curiosidad don Claudio Fuertes, y muy preocupado, pero muy sereno y armado de resolución don Alejandro Bermúdez, dijo éste: ¿Usted había notado algo de esa que podemos llamar enfermedad de mi hija, que yo descubrí, y de la cual le hablé anteayer en este mismo sitio?

Por fortuna, descubrí un tercer papel, doblado en forma de esquela, conteniendo algunas palabras en inglés, escritas con letra corrida de Hop-Sing. Decían: «Espera que honrará usted con su asistencia el número... de la calle de Sacramento, el viernes próximo a las ocho de la noche. Hop-Sing.» «Una taza de te a las nueve en puntoEso me dio la clave de todo.

He aquí lo que descubrí dijo el contrabandista , la cueva estaba vacía; solamente encontré ahí en medio el esqueleto de un animal, tan blanco como la nieve, seguramente de un zorro muerto de viejo. ¡El granuja descubrió el pasadizo antes que yo, y aquí dormía a pierna suelta! ¡A quién hubiera podido ocurrírsele venir a este lugar! En aquel tiempo, Juan Claudio, yo tenía doce años.

No dudo que la enumeración de los diarios sucesos de mi vida en aquellos días, revestiría gran interés para los que nada saben de lo que ocurre dentro de regios palacios; como no dudo tampoco que la revelación de alguno de los secretos que allí descubrí, tendría gran valor para los estadistas de Europa. Pero lejos de una y otra cosa.