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Actualizado: 23 de junio de 2025


Encontrando muchas veces un traidor en aquel que más había alambicado antes su lealtad a la causa del rey, pasó Rodil por el martirio de desconfiar hasta del cuello de su camisa. Las mujeres encerradas en el Callao eran las que más activamente conspiraban.

Pero aun debemos desconfiar de que verifiquen la evacuacion de Albuquerque que han prometido; porque despues que la ofrecieron han quintuplicado su guarnicion y la de Coimbra, llevando á ellas los gefes mas acreditados, y han reconocido, é intentado establecerse en los 21°: y á esta hora ya lo hubiesen hecho, si no los hubiésemos prevenido, segun dicen las últimas noticias, que, aunque adquiridas por los bárbaros, se hacen creibles en vista de la gente que han hacinado; con la que quizás nos hubiesen ya atacado, si no hubiesen visto que no pueden entrar en contiendas efectivas con nuestros buques.

Las cartas bastaron, no obstante, para que el Conde tuviera escenas espantosas con su mujer. Si las cartas le hubiesen probado su culpa, el Conde la hubiera asesinado. Como las cartas no eran más que un indicio, el Conde se limitó a atormentar a su mujer y a desconfiar de ella y a vigilarla. Esta mujer fue desde entonces la espía, la acompañante, la dueña, la negra sombra de la Condesa.

Por amor del cielo, mi señora Doña Blanca, yo no por quién conjurar á V., en nombre de quién suplicarle, que no involucre las cosas, que no me oiga con prevención, que atienda al bien de su hija, y que no dude de que yo vengo aquí, la molesto con mi presencia y la mortifico con mis palabras, sin prevención también, y sólo por el deseo de ese bien impulsado. ¿Cómo he de condenar yo el santo temor de Dios, el menosprecio del mundo, si es razonable, y la humildad cristiana, que nos lleva á desconfiar de nuestra flaca y pecadora naturaleza?

Entre tanto, el buen ingenio había salido de la casa de la Dorotea, pensando para sus adentros, mientras atravesaba las calles en derechura del alcázar, bajo la tenaz lluvia que no había cesado hacia tres días: Esa pobre chica me da compasión y me siento además agradecido; confiésola una gran mujer; deberémosla, por los buenos oficios que nos hace, el salir de este atolladero, sin sacar de él más que el lodo; pero con arrojar en Nápoles las botas, hemos concluído; paréceme que resurrezco, que por envuelto me he dado y á pique de desconfiar de mismo: el médico de su majestad dice que no hay que tener cuidado alguno; que Margarita se encuentra en muy cabal salud... por aquí la divina Providencia ha evitado un crimen... un crimen horrible; Lerma está confiado y sigue durmiendo; Dorotea, aleccionada por le engañará de tal modo, que tendré tiempo para llevarme á los recién casados; después... si mi doña Catalina me ama... vamos, no hay que pensar en ello... llevármela sería tocar á badajo perdido la campana del escándalo... será necesario que se cure, y yo también necesito curarme... el tiempo y la paciencia y la conformidad... bendito sea Dios, que nos ha criado para pelota, en manos de chicos... vamos adelante, vamos... yo haré que la Dorotea se cure... y olvide... doña Catalina olvidará... y yo... yo... ¡bah! ¿qué importo yo?

El Sr. Gayangos en sus apéndices al tomo 2.º extracta de otra obra histórica una tradicion novelesca y entretenida sobre el motivo que movió á Abde-r-rahman á desconfiar de las falsas promesas de paz de los de la bandera negra, y de esta hemos tomado pié para escribir lo que sigue, si bien suponiendo que el amigo que le sale al camino al futuro rey de Andalucía es el mismo ángel Azazil.

Aquella ingrata tarea debía producirle grandes intereses, y cuando la de Raynal le proclamaba irresistible, estaba muy cerca de la verdad. A la dolorosa angustia que le oprimía el corazón se mezclaba en Liette un sentimiento muy dulce del que no pensaba en desconfiar ni en defenderse; era el agradecimiento y nada más... El médico del pueblo se mostraba poco tranquilizador.

Aunque evidentemente conmovida Beatriz ante esta insinuación inesperada, la acogió sin protestas y hasta sin objeciones. Quizás en el fondo de su alma turbada, empezaba a desconfiar de su propia constancia deseando así que una mano potente viniese a salvarla de esa lucha que cada día más presentábase a ella como más dolorosa, como más imposible.

Aunque entregada por completo a la vida material, no tenía el menor instinto de conservación de la fortuna, no había pensado jamás en el origen de su dinero; creía vagamente que el capital de que gozaba era una fuente inagotable que estaba en algún paraje misterioso, que no había para qué indagar ociosamente: allí, entre los papeles del tío, estaba la mina; él se quedaría con gran parte del filón; pero ¿qué importaba?, no valía la pena de echar cuentas, desconfiar, administrar por misma; ¡absurdo!, por lo visto había para todo; él robaba, ella también; le engañaba, y el mejor día vendrían a casa unas cuentas que le dejarían patidifuso al buen D. Nepo, pues es claro que tenía que pagarlas.

Las jornadas se sucedian lentamente por las frecuentes paradas que hacian mis remeros, los que á pesar del ascendiente que yo habia llegado á tomar sobre ellos, saltaban muchas veces á tierra, sin querer obedecerme, para perseguir por entre los bosques, ya las bandadas de pavas del monte, ya los javalíes, ya una tropa de grandes marimonos, que agenos de conocer el daño parecian salir á nuestro encuentro brincando alegremente por sobre los árboles, hasta que una tardía y dolorosa esperiencia les enseñaba á desconfiar del hombre.

Palabra del Dia

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