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Actualizado: 22 de junio de 2025


Aunque harto sabía D. Diego que era irrevocable toda resolución que tomaba su prima, y que su carácter era más firme que la roca en que descansaba el castillo a que ella había dado su nombre, todavía D. Diego hubiera querido contestar a aquel discurso y procurar amansar a la dama; pero ella lo estorbó retirándose de súbito a su habitación más reservada y cerrando la puerta de golpe.

Recareda dijo volviéndose a una de sus hijas, enseña el pañuelo de que hemos hablado el domingo pasado a tu amiga Marcela. La hija, que era ya una mujer bien ajada, próxima a los cuarenta, se apresuró a cumplir la orden sacando de un estuche que descansaba sobre la chimenea un pañuelo de narices bordado.

Vetusta, la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía la digestión del cocido y de la olla podrida, y descansaba oyendo entre sueños el monótono y familiar zumbido de la campana de coro, que retumbaba allá en lo alto de la esbelta torre en la Santa Basílica.

Una de las manos, prodigio de finura, descansaba en el regazo; la otra pendía fuera de la butaca. El fuego la envolvió también en una mirada larga que prestó á su rostro mayor trasparencia. El conde de Trevia vino silenciosamente á sentarse en la otra butaca y quedó mirándola fijamente. El aya no apartó los ojos de la lumbre. Ya estoy aquí dijo con impaciencia al cabo de un rato de contemplación.

A lo que replicó el juez, después de haberlo madurado plenamente: Sin embargo, todavía es usted joven y tiene atractivos. Se hace ya tarde dijo gravemente Magdalena, y deberíamos dormir ya todos. Señores, buenas noches. Y arrebujando su cuerpo con la manta, Magdalena se tendió al lado del sillón de Juan, con la cabeza apoyada contra el taburete donde éste descansaba los pies y no habló más ya.

El capitán de la Vertrowen y yo nos echamos por aquellas calles; había por todas partes olor a aceite frito y humo de castañas asadas. En los bancos de las plazas, gente sentada pacíficamente descansaba; algunos obreros, endomingados, pasaban en coche, tocando la guitarra y cantando. Los chiquillos se reían de nosotros.

Árboles misteriosos daban la muerte a todo el que descansaba a su sombra, y otros sugerían dulces sueños de embriaguez.

Don Félix Cantalicio Ramírez del Valle descansaba en la fortaleza blindada que tenía por dormitorio pocos días después del suceso que acabamos de narrar. Habían sonado ya las dos de la noche en el reloj con música del salón de arriba, se hallaba en la cama desde las once; y sin embargo sólo había logrado echar un sueñecito de media hora. Le acaecía esto muchas veces.

Toda la semana sentado ante el pupitre de mi negociado, trazaba en una hermosa letra cursiva, sobre el papel de oficio del Estado, estas frases hechas: «Ilmo. y Excmo. Sr.: Tengo la honra de comunicar a V.E... Tengo el honor de poner en conocimiento de V.I. etc., etcLos domingos descansaba.

En un rasgo de verdadero orgullo hacia Pitogo y después de haberme hecho notar con infantil insistencia, los faroles de colores, los abullonados coquillos, las sayas de las dalagas, los exiguos instrumentos de la orquesta, y las gruesas y amarillas cuentas de un collar de ámbar, que descansaba en su amplio pecho, me preguntó con una alegre sonrisa si en España había bailes mejores que aquel.

Palabra del Dia

rigoleto

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