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Actualizado: 24 de septiembre de 2025
El capitán estaba allí, en aquellos renglones, con su ruda y desbordante personalidad, escandaloso, simpático y agresivo. Febrer creyó contemplar sobre el papel su nariz enorme y pesada, sus patillas canosas, sus ojos de color de aceite con pintas de tabaco, su chambergo abollado puesto de través.
Deja, queridita me decía acariciándome las mejillas, eres la princesa de la familia; continúa. Eso me ofendía. Habría soportado todo salvo que me despidiera cuando iba a ofrecerme con el corazón desbordante de ternura. Una noche la vi llorar. Me deslicé afuera, al jardín, y sostuve un rudo combate.
Era terriblemente histérica, pero con rara manifestación desbordante; los nervios desordenados repiqueteaban hacia adentro, y de aquí la súbita tenacidad en un disparate, el brusco abandono de una convicción; y en los prodromos de las crisis, la obstinación creciente, convulsiva, edificándose a grandes bloques de absurdos. Abusaba de la morfina, por angustiosa necesidad y por elegancia.
Mosén Jòrdi, el cura párroco, era víctima de este mujerío desbordante, que amargaba su existencia con rivalidades y peleas. El hombre de Dios amaba la soledad tranquila del mar, y despachaba aprisa su misa para instalarse cuanto antes en un lugar favorable de la costa con sus cañas y sus redes. Nadie como él conocía el motivo de la irritabilidad femenil que revolucionaba al pueblo.
Por eso parecieron al inspector general verdaderamente pueriles las lamentaciones de la señora Princetot. De todas maneras esta escena de lágrimas se iba haciendo penosa. El continuado sollozo movía con violencia el desbordante pecho de la hostelera y sus carnosos labios agitábanse convulsivamente. Como había sido la causa de esa tempestad, se creyó Delaberge en el deber de calmarla.
Las familias argentinas habían acogido al principio su desbordante familiaridad con una extrañeza altiva. ¡Viajan tantos aventureros hacia su país!... Pero al notar que no era gringo, sino gallego puro, se ablandaban, mostrándose más comunicativas, como si encontrasen algo en él que les hacía recordar a sus ascendientes.
Seguía llorando Carmen, sin escuchar las indignadas expresiones del banderillero, mientras la señora Angustias, sentada en una silla de brazos, contra los cuales se apelotonaba su desbordante obesidad, fruncía el ceño y apretaba la boca velluda y rugosa. Caya, Sebastián, y no mientas dijo la vieja . Lo sé too. Una juerga indesente el tal viaje al cortijo; una fiesta de gitanos.
El agua retozaba en el surtidor y caía desbordante en el pilón. En la superficie del cristalino líquido bogaban pétalos y flores caídos durante la noche. Se me antojaban esquifes, gondolillas maravillosas en que bogaban seres invisibles. Volvía yo a mi cuarto. A poco principiaba Angelina su matinal faena. Pronto resonaba en el corredor el ruido de su escoba.
Palabra del Dia
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