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Actualizado: 28 de junio de 2025
Dormidla, señor, dormidla, desarmado y sin temor, que el conde es ido a la caza a los montes de León. Rabia, le mate los perros y águilas el su halcón, y del monte hasta casa a él lo arrastre el morón. Ellos en aquesto estando, su marido que llegó: ¿Qué hacéis, la blanca niña, hija de padre traidor?
Quevedo hizo con el brazo la señal de una estocada á fondo. Cabalmente. Perdonad; pero vos no sois cristiano, amigo Juan. ¿Por qué me decís eso? ¿no os he dejado tiempo para poneros en defensa? Dígolo, porque vuestro rencor no cede. ¿No os habéis satisfecho con haber desarmado hace dos horas á don Rodrigo Calderón, sino que pretendéis matarle?
¡Ella, a quien había tenido la candidez de querer como a una hermana, sin desconfianza, robarle su herencia! Todavía, si hubiera podido tomarla con alguien... Pero un anciano y una niña... Estaba impotente y desarmado, condenado a devorar su cólera so pena de ser ridículo u odioso.
Eso era tan conmovedor, tan lleno de abandono, que me sentí completamente desarmado. Volví a sentarme, pues, por un momento... hablé de cosas indiferentes... y me despedí, en cuanto pude hacerlo sin demostrar enojo. Acompáñalo dijo el viejo a Yolanda, y sé amable con él; es el hombre más rico de estas tierras.
Pero recobró inmediatamente su impasible fosquedad y siguió apuntando. Volvió el marqués á dar una palmada, diciendo lentamente: «Dos.» Al ver Pirovani que no había herido á su adversario y quedaba desarmado ante él, pasó por su rostro, como una nube veloz, la emoción del miedo; pero fué por un momento nada más.
Don Tello, entre sospechoso y alegre, acoge la proposición del Rey; éste le presenta una espada para defenderse, y se separa de él, prometiéndole volver. Poco después entra por otra puerta, y, alterando de nuevo su voz, insulta á Don Tello que no reconoce á su libertador. Sacan las espadas; la victoria permanece largo tiempo indecisa, hasta que al fin es desarmado Don Tello.
Juan se siente completamente desarmado frente a la joven y lo único que puede hacer es sonreír con expresión cohibida, diciendo: ¿Yo... incomodado? ¿Por qué? ¡Me parecía! Y alzando el dedo con ademán de amenaza, la joven agrega: ¡Oh! ¡Tendría que ver!... Después, con la barbilla hundida en el cuello, deja oír una leve risa. Es usted muy graciosa dice el militar un poco más sereno.
Si es escudo a todos los que en ella ponen su esperanza, espada con que el Apóstol arma al Cristiano para defenderse y ofender a sus enemigos en toda suerte de tentación, desarmado y por consiguiente vencido y muerto de mano del diablo lo quiere, quien se la quita que no la tenga tan copiosa y tan a la mano, cuanto son muchas y continuas sus tentaciones.
Decídase usted, joven; entregúeme a su prisionero y le respondo de que no ha de pesarle. Me miró con burlona sonrisa, pero de repente se me acercó y dijo: Estoy desarmado y el amigo Sarto podría despacharme de un balazo con la mayor facilidad. Nada tema le dije. Demasiado lo sé, por desgracia replicó. Oiga usted. Tiempo atrás le hice una oferta en nombre del Duque...
La reyna, á quien informáron de su arribo, vacilaba agitada de temor y esperanza; y llena de desasosiego no podia entender porque venia Zadig desarmado, ó como llevaba Itobad las armas blancas. Alzóse un confuso murmullo así que columbráron á Zadig: todos estaban pasmados y llenos de alborozo de verle; pero solamente los caballeros que habian peleado tenian derecho á presentarse en la asamblea.
Palabra del Dia
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