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Actualizado: 29 de junio de 2025
Á la mañana siguiente, vió entrar el cura en su casa á Varmen, la que deshecha en lágrimas le refirió lo que le había pasado. No te apures, hija, le dijo, cuando hubo concluido de hablar: ésos son espumarajos del coraje, que cae cuando la razón vuelve á adquirir su imperio. ¡Padre, no le conocéis! repuso sollozando Varmen, es un desalmado. ¡No salgáis, por Dios, mañana; que os va á matar!
Tú no debes de ser de Miguel Turra, sino algún socarrón que, para tentarme, te ha enviado aquí el infierno. Dime, desalmado, aún no ha día y medio que tengo el gobierno, y ¿ya quieres que tenga seiscientos ducados?
Luego la casaron sus padres con un ricacho desalmado y frío que, tras una temporada de apasionamiento meramente físico, la dejó abandonada durante cuatro años. Arruinose después en el juego, y pensando entonces que las gracias de su mujer podían ser base de nueva prosperidad, le impuso con amenazas la reconciliación, obligándola a soportar amantes, a quienes explotaba.
A la vista ya de la costa occidental de Italia ocurrió la enorme desventura de que el barco veneciano fuese apresado por el corsario o más bien por el feroz y desalmado pirata cuya merecida y trágica muerte hemos ya narrado.
Pero toda su gentileza y buen donaire y todas sus gracias y habilidades fueran poca o ninguna parte para rendir la fortaleza de mi niña, si el ladrón desuellacaras no usara del remedio de rendirme a mí primero. Primero quiso el malandrín y desalmado vagamundo granjearme la voluntad y cohecharme el gusto, para que yo, mal alcaide, le entregase las llaves de la fortaleza que guardaba.
¡Ole ole! dijeron dos ó tres de aquellos insignes personajes, mientras uno de ellos avanzó hacia la joven, y abrazándola estrechamente, la llevó al centro de la taberna. ¡Viva el buen trapío! Clara dió un grito de terror al encontrarse en los brazos de aquel desalmado, y gritó con todas sus fuerzas: ¡Pascuala! ¿Qué? ¿quién es? dijo una voz de mujer; ¿á ver qué es eso?
A la muerte de la madre de Martín, Tellagorri, con gran asombro del pueblo, recogió a sus sobrinos y se los llevó a su casa. La señora de Ohando dijo que era una lástima que aquellos niños fuesen a vivir con un hombre desalmado, sin religión y sin costumbres, capaz de decir que saludaba con más respeto a un perro de aguas que al señor párroco.
Y reíase de la otra buena vieja de la Pipota, que dejaba la canasta de colar, hurtada, guardada en su casa, y se iba a poner las candelillas de cera a las imágenes, y con ello pensaba irse al cielo calzada y vestida. No menos le suspendía la obediencia y respeto que todos tenían a Monipodio, siendo un hombre bárbaro, rústico y desalmado.
No lloraba, pero su grotesca obesidad agitábase con los estremecimientos del niño que hace esfuerzos para tragarse las lágrimas. Pero se le ocurrió a un desalmado de larga historia dejarse coger; lo sentenciaron a muerte y hube de entrar en funciones cuando ya casi había olvidado cuál era mi oficio. ¡Qué día aquél! Nos pusieron en moda. ¡Pero qué moda!
El aspecto de la habitación, tan austero que rayaba en lo pobre; su puerta y las inmediatas, cerradas con llave; aquel hombre extenuado, envuelto en un ropaje burdo y desaliñado, sobre el que destacaban la cara lívida, de ojos hundidos y relucientes, y las manos cadavéricas; aquella alacena de fondos negros, y en otro fondo de ella, más negro aún, una caja de hierro oculta por una trampa más o menos ingeniosa; una luz tétrica iluminando la estancia, y fuera de ella los bramidos del huracán, me estaban pareciendo en conjunto un pasaje de melodrama, en el cual desempeñaba yo un papel de galán joven, protegido del desalmado usurero, por uno de esos incomprensibles antojos del corazón humano.
Palabra del Dia
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